Y al séptimo día descansó

Es difícil sustraerse a la tentación de no hablar de Cataluña y de toda la mentira, el circo, el fariseísmo, la miseria, y el adoctrinamiento que la rodea. Y resulta más difícil aun cuando asistimos a un espectáculo sorprendente y abochornante protagonizado por la que actuó como punta de lanza del proceso independentista. Carmen Forcadell reniega de la independencia ante el juez y dice que todo fue una broma, un gesto simbólico sin valor jurídico alguno. La que encarnaba el odio, la sin razón, el desprecio a España la que capitaneaba las decisiones parlamentarias con cara de estreñida, renuncia a cualquier actuación futura fuera del marco constitucional y acepta sin rubor alguno el 155. Con qué actitud podrá seguir ejerciendo su cargo teniendo en cuenta que el juez supedita su libertad a la observancia de la legalidad. Pura caganer. Una broma muy cara para la economía catalana y española. ¿Qué pensarán los que perdieron su puesto de trabajo? ¿Seguirán dejándose engañar?

Pero si, según el Génesis 2, hasta Dios descansó el séptimo día («Y en el séptimo día completó Dios la obra que había hecho y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho»), creo que todos tenemos derecho a descansar, al menos siete días, de esta matraca independentista que fue justa causa de cambio de celda de un compañero de los Jordis al que seguramente le harán una rebaja en la pena por la penosidad –valga la redundancia- de tan insoportable colega.

El mundo es más que Cataluña, afortunadamente, mucho más. Permítasenos hacernos eco de un acontecimiento de interés para quienes nos dedicamos al mundo del derecho, magistrados, jueces, abogados, operadores jurídicos, ciudadanos en general y asturianos en particular. Me refiero a la presentación de la tercera edición de la Compilación del Derecho Consuetudinario Asturiano patrocinada por la Fundación Caja Rural y promovida por la Federación Asturiana de Parroquias Rurales, en la que intervinieron, aparte de los representantes de ambas organizaciones, Javier Nievas Andrés y José Manuel García del Valle, respectivamente, el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, Excmo Sr. Ignacio Vidau Argüelles, el Director General de Administración Local, Ilmo. Sr. Ricardo Suárez Argüelles, y yo mismo como Director de la investigación que culminó en la Compilación.

Quienes hemos derrochado ilusión, trabajo y sacrificio para poner en valor y delimitar los contornos jurídicos de las costumbres jurídicas asturianas vigentes, facilitando con ello su conocimiento, su difusión, su prueba procesal y su transmisión a las generaciones futuras, sabemos lo difícil que resulta que en nuestra tierra se acepten y se asuman los hechos identitarios. Nos emocionamos escuchando el himno de Asturias interpretado por una banda de gaitas, viendo ondear nuestra bandera en el lugar más recóndito del mundo, pero nos cuesta aceptar e incorporar a la normalidad institucional nuestras señas de identidad. Y no me refiero a una incorporación rupturista. Tener una cultura propia no implica aspiración a tener un Estado, ni a ser nacionalidad. No se trata de poner en peligro la identidad de España, sino de reafirmar nuestra propia identidad. Identidad como creencia, como sentimiento de ser una comunidad diferenciada, diacrónica, titular de un acervo cultural propio. Y no es de recibo que frente a esta necesidad se opongan criterios meramente económicos. La democracia y la autonomía son caras, pero nadie piensa por ello en anularlas. La identidad asturiana es múltiple, rica, apasionante y ello nos debe hacer transitar de una mentalidad defensiva y acomplejada a una actitud de entusiasmo colectivo activo y creativo.

Un pueblo sin cultura es un pueblo sin identidad.

 



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