El pasado lunes Cataluña tuvo un alumbramiento bananero de su declaración como república independiente. La verdad es que viendo a sus políticos secesionistas por la televisión sentí vergenza ajena. Un espectáculo lamentable, lleno de improvisaciones, dudas y descalificaciones gratuitas hacia España, los españoles y también hacia la mayoría de los catalanes.
Carles Puigdemont/Oriol Junqueras me recuerda, dicho sea sin segundas, a aquella pareja cinematográfica de mi infancia, Stand Laurel y Oliver Hardy que no se separaban ni a sol ni a sombra. Así, Puigdemont está flaco, viste impecable y tiene una cabellera a quien sin duda el psicoesteta Ramiro Fernández le gustaría meter la tijera. Por el contrario, Oriol Unqueras es vasto, fuera de peso, nunca usa corbata y muestra un estilismo dudoso para un dirigente político que pretende pasar a la historia. Si se fijan, no se despega ni un momento de su compañero de gobierno, temeroso, sin duda, de que el presidente de la Generalitat no resista la presión y se vuelva atrás en lo de la independencia.
Ahora tienen hasta las 10 am del próximo lunes para contestar al gobierno de España sobre si el pasado lunes declararon o no la independencia, tan dubitativa y confusa fueron sus declaraciones. A todo esto continúan yéndose de Cataluña importantes empresas que colocan su domicilio fiscal en otras comunidades, preferentemente Madrid. Afirman sus directivos que los puestos de trabajo que tienen en Cataluña no corren riesgo aunque lo pongo en duda puesto que los secesionistas harán el boicot a sus productos al considerarlos traidores a la causa.
De todo este lío que está perjudicando no solo a los catalanes sino a España entera lo único positivo es que la conciencia del ciudadano de a pie y también de muchas de sus instituciones ha despertado recorriendo las distintas regiones un sentimiento nacional, empezando por la bandera, que teníamos olvidado. La figura del Rey, del gobierno, de los partidos constitucionalistas, de la solidaridad ciudadana, está subiendo muchos enteros e incluso en Barcelona ya ha habido manifestaciones pro España con asistencia de miles de personas para sorpresa de Puigdemont y compañía. De todas maneras veremos a ver como termina este dislate y, desde luego, es seguro que pasará mucho tiempo antes de que cicatricen las heridas de una sociedad, la catalána, que pese a todo es querida por el resto del país.
La confusa declaración de independencia el pasado lunes, suspendida a los pocos minutos por el propio presidente de la Generalitat, ha durado menos que la que años ha proclamó Compayns. Con Puigdemont y su gobierno autonómico se puede dialogar sobre todo menos sobre un posible secesionismo. España debe de continuar siendo una nación una, grande y libre pese a quien pese. Y está bien que Mariano Rajoy haya acordado con Pedro Sánchez abrir el melón para la reforma de la Constitución. Solo nos queda saber ahora cuando habrá elecciones en Cataluña y en España.