Suelen decir los expertos que lo más difícil de un artículo es titularlo, a mí, en el día de hoy, me ha sido fácil y fruto de la casualidad, de la coincidencia, y es que últimamente saturado de tanta tertulia política, a la que siempre van los mismos para decir lo mismo; de tanta noticia deportiva, de traspasos y lesiones, o de tanta cabra que se despeña y que es titular de periódico, cuando conduzco me refugio en las emisoras de música y canciones dedicadas – no soy melómano y mis conocimientos musicales se reducen a las clases de guitarra recibidas en la parroquia de Lugones -, que tienen el atractivo sorpresa de escuchar canciones que hace ya mucho que no oyes y donde también se dan fallos incomprensibles, como cuando Pepito el de Blimea llamó para que le pusieran la canción del Presi “Si yo fuera picador”, y el locutor con tono apesadumbrado le dijo que en ese momento en la emisora no tenían nada de Presi. Ahora que escribo estas letras supongo que habrán subsanado el error. En el repertorio de estas cadenas hay de todo, pero abundan las coplas, las rumbas, las cumbias ,las rancheras, los pasodobles, estos ya en versión asturiana o en versión gallega, y supongo que también los habrá catalanes, compatibles con la sardana.
Como os decía en esas estaba cuando mi coche tomo el enlace de Lugones y mi radio emitía los sones de una bella canción de Antonio Molina “El agua del avellano”, que nos habla de Granada, del Darro, del Generalife y de la frescura cristalina de su agua anisada que fresquita no hay quien la beba… Algo que nos traslada al tiempo o tiempos que vivimos. Según la escuchaba mi cabeza se trasladó a otra época y a un bar de Lugones, el Bar Madrid, donde una tarde de invierno, quizás sábado, en un ambiente cálido y cargado de humo- los dos pequeños ventiladores no daban abasto -, en torno a la alta barra de los bares de antes se agrupaban multitud de personas que con el pretexto de una pinta de vino, compartían alegrías y penas, éxitos y fracasos, ilusiones y proyectos… se escucha una voz que canta “ Que fresquita baja hoy el agua del avellano…Todas las mañanas subo caminito de la fuente y así lanzó mis pregones cuando paso por el puente…” Quede paralizado. No podía dar crédito a lo que oía, en mi casa, en el bar, el mismo Antonio Molina. Paso la vista por el local y no lo veo, y entonces observo que en una columna , cerca de la barra, donde había una repisa para colocar los vasos, se agrupan cuatro amigos y uno de ellos, Pedro,- a quien nunca había oído cantar-, natural de Salamanca , de mediana estatura y delgado, es quien entona la canción de Antonio Molina, una reproducción exacta de su voz, con sus alargamientos, bajadas y subidas de tono. Lo nunca visto. Todos le escuchamos agradecidos y satisfechos y al concluir alguno , quizás por la fogosidad que da el vino quiso tomar la alternativa, buscar otra canción, otro intérprete. Eran los tiempos donde a una hora prudencial se podía cantar e incluso la misma ama de casa lanzaba sus tonadillas mientras hacía las labores del hogar, e incluso había competencia por saber quién cantaba mejor.
Este recuerdo, esta vivencia siempre la he tenido presente, siempre va conmigo y me ha sido útil para desdeñar la soberbia y reconocer que de lo poco que somos muy poco nos lo debemos a nosotros mismos. Lo más depende de las circunstancias, de llegar en el momento oportuno, de recibir la orientación o el empujón necesario en el momento preciso, de como se dice hoy, de modo genérico, “de contactos”. Era la época de “Salto a la fama” y otros programas parecidos. Aquel día, Pedro, Pedro el de Uralita como yo lo conocía, me hizo ver que pudo ser otro Antonio Molina si se lo hubiera propuesto…pero por motivos que desconozco no lo fue, lo que sí era un buen padre de familia, un buen operario - y eso en los tiempos que vivimos no es poco, –que se reunía con sus amigos y en un momento dado, sin pensar, expresaba su alegría cantando y en su canto rendía pleitesía al maestro, a su maestro. Supongo que la historia de Pedro es extrapolable a otras muchas personas en otros muchos ámbitos de la vida, pero de mano contentémonos todos con ser persona.
Era la época de la copla, de las canciones con letra y mensaje embutidas en música de pasodoble, rumba, taranto, zarzuela …Como se ve la radio de mi coche, a veces, depara sorpresas.