La crisis económica en los países centrales coincidió con la reunión anual más importante de política, institucional y económica la asamblea del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y con encuentros paralelos en organismos multilaterales, publica el titular de BICE en Miradas al Sur.
Desde 2007 y 2008, los países centrales no lograron estabilizar el ciclo supuestamente virtuoso que imaginaban liderar con la globalización financiera a fines de los 80.
Hoy el mundo aparece patas para arriba y el poder hegemónico no soporta tener que discutir con colosos emergentes que, con maestría, rigor y poder construido –como China o India, ni qué mencionar a Rusia, que tiene poder militar y oferta gasífera para Europa–, lo hacen en un pie de igualdad. Algo impensado cinco años atrás.
Lo que enardece a EE.UU. o Alemania, en su estilo imponente y dominante, es esta aparición en voz baja de una política que, cuando todo parece derrumbarse, surge intentando liderar el salvataje en esas tierras, cuyo dominio parece cuestionado por el papel de los emergentes ante la ceguera y ausencia de ideas de los países centrales frente la crisis. ¿Es carencia o impotencia?
Es esto último. No tienen resto económico ni financiero, pero pueden crear más caos con inflación y guerra de monedas. El primero en denunciarlo fue Brasil, que desde hace ocho meses señala que si hay guerra de monedas, finalmente EE.UU. exportará la crisis a quienes estamos aún inmunes.
Lo cierto es que desde Lehmann a hoy ha pasado un buen tiempo y para ellos –EE.UU. y Europa y los que se alinean bajo el dominio anglosajón– la suma de desaciertos agiganta el poder de los emergentes, cuyos modelos se alejaron del esquema global de los 90 y se dispararon en crecimiento, poder económico relativo, desarrollo social, liderazgo, dominio de nuevos flujos de comercio, autonomía en la oferta de bienes y en la fijación de precios internacionales.
No contento con ello, los grandes países emergentes, como los Bric y otros en ascenso –como Tailanda, Turquía, Malasia, Indonesia, México, Argentina, Colombia y hasta Egipto– hacen un poder en lo relacionado con el comercio y los movimientos de capitales e inversiones.
La economía mundial prioriza pragmatismo, liderazgo conducente, alejamiento de las viejas modalidades de dominio y exige autosuficiencia.
A ello les adiciona políticas fiscales y monetarias muy alejadas del ajuste, de la exclusión y de la parálisis.
En eso, la región de los 28 países mencionados avanzan con pelota dominada. Y lo que les duele es que no los apoyan sólo las clases más pobres que eran excluidas.
Hoy, porciones gigantescas de clases medias en ascenso saben que aquello del pasado no debe regresar.
Para el poder mundial, que las clases medias y medias/altas apoyen lo contra-hegemónico no es una cuestión que se digiere con facilidad.
El mundo asistió en estas últimas diez semanas a una sorpresa que ni en nuestro país tuvo la valorización que le fue dada en el exterior.
El diario The New York Times, The Guardian, la agencia estatal WD de Alemania, las reuniones de académicos europeos y en los últimos días las opiniones contundentes de Paul Krugman y de Nouriel Roubini –un experto en finanzas internacionales que supo ser un sólido attaché de Bill Clinton– señalaron que la Argentina es el camino que debe seguir Grecia; nada menos que abandonando el euro y megadevaluando el dracma, único camino para poner en marcha una política “exitosa, que lleve a salir de la crisis local, reducir la deuda externa, reprogramar a largo plazo sus vencimientos y crecer en ese ciclo” como lo hizo nuestro país.
La Argentina aparece, así, urbi et orbi como un modelo propio que antes esos mismos autores –con excepción de Joe Stiglitz– no se animaban ni a pensar.
El mundo ha descubierto que el nuestro es un modelo econónomico y social. Así lo reconoce la prensa mundial después de durísimas discusiones editoriales en los medios de países avanzados.
La economía mundial está, en la actualidad, contrariamente dominada en sus aspectos reales por este poder emergente que explica que, estando en colapso el mundo central, la economía mundial crecerá en 2011 entre 3,9/4,2%.
China, el país que en 2017/20 será el primer PBI mundial superando a EE.UU., avanza en una cruzada que acerca el momento de convertir al yuan en un nuevo medio de pago en el comercio y en una reserva de valor.
Así lo entiende Asia y lo debaten con sordina, pero sin pausa, en Basilea los presidentes de los bancos centrales de los 30 países mas relevantes, incluida la Argentina; aun cuando la sola mención del tema genere en esos encuentros profundos malestares entre los representantes del mundo central en crisis.
Hay una nueva arquitectura mundial, paradójicamente surgida de la misma globalización que la codicia financiera les robó a sus centros hegemónicos. En ese edificio en construcción, ante el uso de los “viejos materiales” surgen las nuevas tecnologías. Pero no alcanza. Falta más independencia.
El camino argentino así lo demuestra, y la afirmación de Lagarde –“finánciense con lo propio”– es una ironía que debiera ser tomado como mandato.
La presidenta Cristina Kirchner tiene la posibilidad de liderar, ahora más allá de nuestra tierra, un proyecto que movilice a nuestros socios regionales a ser lideres futuros de un modelo cuya persistencia le devuelva la justicia social al pueblo y la autonomía a las finanzas a la economía sudamenricana.
¡No es poco! ¡Nada menos!
Hoy el mundo aparece patas para arriba y el poder hegemónico no soporta tener que discutir con colosos emergentes que, con maestría, rigor y poder construido –como China o India, ni qué mencionar a Rusia, que tiene poder militar y oferta gasífera para Europa–, lo hacen en un pie de igualdad. Algo impensado cinco años atrás.
Lo que enardece a EE.UU. o Alemania, en su estilo imponente y dominante, es esta aparición en voz baja de una política que, cuando todo parece derrumbarse, surge intentando liderar el salvataje en esas tierras, cuyo dominio parece cuestionado por el papel de los emergentes ante la ceguera y ausencia de ideas de los países centrales frente la crisis. ¿Es carencia o impotencia?
Es esto último. No tienen resto económico ni financiero, pero pueden crear más caos con inflación y guerra de monedas. El primero en denunciarlo fue Brasil, que desde hace ocho meses señala que si hay guerra de monedas, finalmente EE.UU. exportará la crisis a quienes estamos aún inmunes.
Lo cierto es que desde Lehmann a hoy ha pasado un buen tiempo y para ellos –EE.UU. y Europa y los que se alinean bajo el dominio anglosajón– la suma de desaciertos agiganta el poder de los emergentes, cuyos modelos se alejaron del esquema global de los 90 y se dispararon en crecimiento, poder económico relativo, desarrollo social, liderazgo, dominio de nuevos flujos de comercio, autonomía en la oferta de bienes y en la fijación de precios internacionales.
No contento con ello, los grandes países emergentes, como los Bric y otros en ascenso –como Tailanda, Turquía, Malasia, Indonesia, México, Argentina, Colombia y hasta Egipto– hacen un poder en lo relacionado con el comercio y los movimientos de capitales e inversiones.
La economía mundial prioriza pragmatismo, liderazgo conducente, alejamiento de las viejas modalidades de dominio y exige autosuficiencia.
A ello les adiciona políticas fiscales y monetarias muy alejadas del ajuste, de la exclusión y de la parálisis.
En eso, la región de los 28 países mencionados avanzan con pelota dominada. Y lo que les duele es que no los apoyan sólo las clases más pobres que eran excluidas.
Hoy, porciones gigantescas de clases medias en ascenso saben que aquello del pasado no debe regresar.
Para el poder mundial, que las clases medias y medias/altas apoyen lo contra-hegemónico no es una cuestión que se digiere con facilidad.
El mundo asistió en estas últimas diez semanas a una sorpresa que ni en nuestro país tuvo la valorización que le fue dada en el exterior.
El diario The New York Times, The Guardian, la agencia estatal WD de Alemania, las reuniones de académicos europeos y en los últimos días las opiniones contundentes de Paul Krugman y de Nouriel Roubini –un experto en finanzas internacionales que supo ser un sólido attaché de Bill Clinton– señalaron que la Argentina es el camino que debe seguir Grecia; nada menos que abandonando el euro y megadevaluando el dracma, único camino para poner en marcha una política “exitosa, que lleve a salir de la crisis local, reducir la deuda externa, reprogramar a largo plazo sus vencimientos y crecer en ese ciclo” como lo hizo nuestro país.
La Argentina aparece, así, urbi et orbi como un modelo propio que antes esos mismos autores –con excepción de Joe Stiglitz– no se animaban ni a pensar.
El mundo ha descubierto que el nuestro es un modelo econónomico y social. Así lo reconoce la prensa mundial después de durísimas discusiones editoriales en los medios de países avanzados.
La economía mundial está, en la actualidad, contrariamente dominada en sus aspectos reales por este poder emergente que explica que, estando en colapso el mundo central, la economía mundial crecerá en 2011 entre 3,9/4,2%.
China, el país que en 2017/20 será el primer PBI mundial superando a EE.UU., avanza en una cruzada que acerca el momento de convertir al yuan en un nuevo medio de pago en el comercio y en una reserva de valor.
Así lo entiende Asia y lo debaten con sordina, pero sin pausa, en Basilea los presidentes de los bancos centrales de los 30 países mas relevantes, incluida la Argentina; aun cuando la sola mención del tema genere en esos encuentros profundos malestares entre los representantes del mundo central en crisis.
Hay una nueva arquitectura mundial, paradójicamente surgida de la misma globalización que la codicia financiera les robó a sus centros hegemónicos. En ese edificio en construcción, ante el uso de los “viejos materiales” surgen las nuevas tecnologías. Pero no alcanza. Falta más independencia.
El camino argentino así lo demuestra, y la afirmación de Lagarde –“finánciense con lo propio”– es una ironía que debiera ser tomado como mandato.
La presidenta Cristina Kirchner tiene la posibilidad de liderar, ahora más allá de nuestra tierra, un proyecto que movilice a nuestros socios regionales a ser lideres futuros de un modelo cuya persistencia le devuelva la justicia social al pueblo y la autonomía a las finanzas a la economía sudamenricana.
¡No es poco! ¡Nada menos!
*Presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior