La semana estuvo sembrada de personajes y de personajillos. Los diminutivos, por regla general, suelen arrastrar una carga afectuosa. En este caso no ocurre así. Un personaje es una persona distinguida, de calidad, que destaca sobre los demás. Un personajillo es una persona mediocre, en el que no brilla lo excelso, pero que, sin embargo, se cuela en los lugares más prominentes de las instituciones. Proliferan, sobre todo, en la clase política, aunque también los hay en el resto de los sectores.
Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López acapararon la atención mediática. No era para menos. Susana o Pedro (Patxi queda excluido) se proclamará mañana, domingo, Secretario General del PSOE. El debate no estuvo a la altura de futuros aspirantes a la Presidencia del Gobierno. La intervención de Susana se resume en el contenido de un wasap que me envió una amiga, militante socialista, que decía: «La Mari Sampere que se vaya pal Rosío». Pedro fue cansino y monocorde. ¡Vaya tropa! Pero que gane Susana, por el bien de todos.
También fueron noticia el Fiscal General del Estado, José Manuel Maza, y el Fiscal Jefe Anticorrupción, Manuel Moix. Pesa sobre ellos el «grave pecado» de haber sido designados por el PP. De ser otro el partido, las críticas mutarían en alabanzas. A mí me gustan. Me parecen sensatos y razonables. Pretenden establecer orden en los fiscales anticorrupción que en el año 2016 emprendieron 340 procesos penales de los cuales solo se sustanciaron ante un tribunal 22. Tuvieron que disculparse, no por actuaciones propias, sino por la desafortunada redacción del informe de una fiscal en el caso Lezo que se filtró a la prensa -parece que interesadamente- para comprometer al Secretario de Estado de Seguridad. El nivel léxico es penoso, y eso que la única forma de acceso a la carrera fiscal es la oposición.
Los jueces tampoco se quedan atrás. Eloy Velasco, el instructor del caso Lezo y de la Púnica, está siendo investigado por el Consejo General del Poder Judicial porque en el sumario parece que existe una grabación en la que le pide a Ignacio González que contrate a su esposa y que dicha contratación se produce como prestadora de los servicios jurídicos para la Consejería de Asuntos Sociales. De ahí que comenzara el interrogatorio del ex Presidente de la Comunidad de Madrid preguntándoles a él y a su abogado si consideraban que debía abstenerse. Si estos hechos fueran ciertos, habría incurrido en un delito de cohecho impropio y en una falta disciplinaria muy grave. Con su ascenso a la Sala de Apelaciones de la Audiencia Nacional se quita un buen marrón de encima. Sorprende que se le promocione precisamente ahora cuando el caso Lezo y la Púnica están a medio hacer. Su sustituto tendrá que empezar de nuevo. Ninguna empresa seria autorizaría un ascenso sin que el trabajador finalizara su trabajo en el puesto de origen.
El caso de Pedro Izquierdo, juez de los ERE, es muy llamativo. Fue Secretario General de Modernización de la Justicia de Andalucía y pretendía juzgar a Chaves y a Griñán, es decir, a quienes lo habían nombrado. No quiso renunciar a ser ponente de la sentencia y tuvo que ser la Audiencia la que, al considerar que «no concurren las suficientes garantías para excluir cualquier duda sobre su imparcialidad», lo apartó del caso.
El caso de Cristina Cifuentes es singular. Pertenece a la categoría de los intocables. Ni siquiera los medios más críticos con el PP piden su dimisión. No creo que existan precedentes en la historia judicial española de una persona que, apareciendo incriminada en un informe de la UCO, no sea investigada. En su aparición pública se defiende diciendo que vive en un piso de alquiler y que tiene una cuenta que no llega a los mil euros. Triste balance de mala administradora para quien lleva veintiséis años viviendo del presupuesto público en puestos generosamente retribuidos.
¿Quiénes son personajes y quiénes personajillos? Júzguelo usted, querido lector.