Ya nos advirtió Martin Luther King que la mayoría de las catástrofes -que ahora pueden ser, además, irreversibles- no sólo se producían por los errores o la acción de los malvados sino por el silencio de los bondadosos…
Esto es lo que esta sucediendo ahora, con un poder mediático que silencia los acontecimientos que no le convienen y acallan los pocos que se atreven a exponer sus discrepancias.
“Vergüenza”, dijo el Papa Francisco en sus breves, espléndidas y desoídas palabras después del “Vía Crucis” del pasado Viernes Santo. “Vergüenza” sentimos cuando nos damos cuenta de que seguimos mirando hacia otro lado en lugar de acoger a los refugiados, como es nuestro deber humano y su derecho… Y cuando en lugar de incrementar los fondos para el desarrollo sostenible los reducimos y mantenemos a los inmigrantes en auténticos “campos de concentración”… Y cuando olvidamos que durante el año 2016 más de 6,000 seres humanos han fallecido en el Mediterráneo, Mare Nostrum ensangrentado, fosa común culposa… Y cuando aumentamos las ya inmensas inversiones (4,000 millones de dólares al día) en armas y gastos militares al tiempo –no me canso de repetirlo- que siguen muriendo de hambre varios millares de personas al día, la mayoría niñas y niños de 1 a 5 años de edad…
Vergüenza, ya lo he escrito, porque en la reciente reunión de los “cuatro grandes” de la Unión Europea, celebrada en Madrid, lo único que se les ocurrió, en lugar de abordar la urgente necesidad de completar una maltrecha Unión monetaria con una Unión social, política y cultural, basada en los principios y valores originales, fue incrementar el presupuesto bélico. Y, al día siguiente, vergüenza mayúscula porque en la reunión del grupo plutocrático G-7 en Roma, no sólo se accedió también, con increíble tibieza, a los requerimientos sobre seguridad del insólito presidente Trump, sino que -¡qué espanto!- se eliminaron de la agenda las apremiantes medidas para frenar el cambio climático, responsabilidad intergeneracional inaplazable.
Y vergüenza y pesar democrático en nuestro país al ver que se “compran votos” con la promesa de inversiones públicas… y nos aconsejan “mirar hacia otro lado”.
Vergüenza cuando no se adoptan medias tajantes frente a los peligrosísimos brotes de prevalencia étnica, xenofobia, racismo, fanatismo.
Vergüenza de haber aceptado una concentración de poder sin precedentes y que las Naciones Unidas se hayan sustituido por grupos de los países más prósperos que han pretendido la gobernanza mundial de ¡193 países! Vergüenza de que, además, los valores éticos en que se basa el sistema multilateral democrático se hayan sustituido por los valores bursátiles.
Ha llegado el momento de “Nosotros, los pueblos…”, como tan lúcidamente establece la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas. Esta es la resolución mundial de los que, ahora que ya pueden expresarse libremente, deben tomar en sus manos las riendas del destino común.
Y, de forma inmediata, exigir unas reformas que permitan que, con representación de la sociedad civil y la incorporación de dos Consejos de Seguridad adicionales –el Socioeconómico y el Medio Ambiental- se adopten, frente a amenazas globales, medidas globales que permitirían reconducir las erráticas y erróneas tendencias actuales.
Movilización inmediata. Los intelectuales, artistas, científicos, universidades, universitarios… deberían liderarla. Mañana puede ser tarde.