Por fin, los científicos advirtiendo a la gente de la necesidad apremiante de detener, antes de que sea demasiado tarde, el grave deterioro de la habitabilidad de la Tierra.
¡Por fin, los más conscientes de la urgencia de los cambios radicales a los que “los mercados” se oponen sin pensar en el error histórico que cometerían las generaciones presentes si dejaran como legado a las venideras un planeta desvencijado e irreparable!
La gente espera “la irrupción de los intelectuales”, como escribí el 21 de abril de 1988:
“Indemne estoy en apariencia
pero muy herido.
No me cabe en la cabeza
tanto olvido
del hermano
solo, aislado,
ignorante,
hambriento,
mientras aquí reverenciamos
al dinero,
al banquero,
al general
saludo militar,
saludo militar,
saludo militar…
todos de uniforme,
todos uniformes,
marcando el paso,
marcando el paso.
Desde los grandes ventanales
se sigue atentamente
nuestro tímido aleteo,
mientras la calle espera
la irrupción de los intelectuales
y el ave de la paz
no halla su nido”.
Entonces, como ahora –pero ahora ya inaplazable- era necesario reconocer la igual dignidad humana y basar en este fundamento ético nuestro comportamiento cotidiano.
¡Ciencia y conciencia!