No soy militante socialista y, por tanto, no podré intervenir en el proceso articulado para elegir al Secretario General del PSOE. Ello no obstante, sí me preocupa, y mucho, quién pueda salir elegido. Se trata de una cuestión vital para todos los ciudadanos, teniendo en cuenta que el ganador será el candidato del Partido a la Presidencia del Gobierno. De ahí que la idea de España y la política de pactos que cada uno propone se erijan en piezas clave para valorar sus expectativas de triunfo. El resto de los proyectos, con ser importantes, están subordinados a estas cuestiones principales. Puede resultar útil, también, conocer, aunque sea en trazo grueso, algunos datos sobre las trayectorias profesionales y políticas.
Susana Díaz, a la que califico como mal menor, no viene avalada por una buena gestión en Andalucía. Son tres los ejes sobre los que quiere hacer girar su acción política: la pobreza y la desigualdad, el populismo, germen de la xenofobia y del racismo, y los nacionalismos. Poco ha hecho por el primero –del que es corolario el segundo- en la comunidad que gobierna, y sí hay que reconocerle una encendida disposición a defender la unidad de España frente a los procesos secesionistas, que son la mayor lacra a la que nos enfrentamos después de la guerra civil.
Su currículo profesional no es muy brillante. Logró graduarse en Derecho tras diez años de estudio y nunca ejerció la profesión, lo cual no es extraño porque ya a los diecisiete años ingresó en las Juventudes Socialistas; después fue concejala, diputada, senadora, consejera y presidenta, o, lo que es lo mismo, vivió siempre de la política, aunque, en honor a la verdad, dicen las crónicas que en alguna ocasión dio clases particulares y vendió cosméticos a domicilio. Es una oradora convincente y, sin ninguna duda, es mi favorita.
Pedro Sánchez es el peligro, para mí y para los veteranos socialistas, auténticos artífices del partido, que, dejando a un lado sus diferencias y enemistades, arroparon a Susana para cerrarle el paso.
Opta a la Secretaría General como un acto de venganza. Quiere ajustarles las cuentas a quienes lo descabalgaron. Dice que solo hay dos opciones, el PSOE del siglo XX, que se abstiene con Rajoy, o el PSOE del siglo XXI, de izquierdas y autónomo. De autónomo, nada. Tengo la impresión de que pactaría con el diablo para auparse a la Presidencia del Gobierno, aun a costa de asumir el referéndum para Cataluña. Huele a peligro total, para España y para el partido. Ya perdió en dos ocasiones las elecciones generales.
Hay que reconocerle un currículo importante. Se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en los cinco años de rigor, habla francés e inglés, trabajó como asesor en el Parlamento Europeo y, a continuación, pasó a ser concejal, diputado y, antes de llegar a la Secretaría General, preparó el doctorado en Economía y Empresa.
Patxi López es la nada, el espontáneo que se lanza a la plaza antes de empezar la corrida, molesta a todo el mundo y entorpece la tarea de los profesionales que quieren medir sus fuerzas. Desconozco su proyecto político si es que lo tiene. Hasta ahora se limitó a plagiar a Sánchez; concordia, unión, proyecto común..., todo tópicos y lugares comunes.
Su trayectoria profesional y política no le avala. Dicen las malas lenguas que estuvo diez años estudiando el primer curso de ingeniería industrial y ahí acabó su esfuerzo. Vivió siempre de la política. Su paso por la Presidencia del Congreso, en lugar de encumbrarlo, sirvió para evidenciar su incompetencia. Fue el peor Presidente de la democracia.
Es cierto que van a votar los militantes, con el peligro que ello encierra, pero se espera de ellos que dejen a un lado los odios y los rencores y que ejerzan su derecho conscientes de que está en juego la idea de España, no los egos personales. Las elecciones no pueden ser un ejercicio de venganza, so pena de convertir la papeleta en un puñal.