En Venezuela, antes con Hugo Chávez y ahora con Nicolás Maduro, nada se hacía ayer ni hoy sin la decisión de los dos presidentes. La anulación de los poderes constitucionales de la Asamblea Nacional fue decidida por el actual jerarca sin consultar a nadie, solamente a sus íntimos colaboradores genuflexos, pero al verse inundado de duras criticas internacionales y recibir el rechazo de la mayoría de los países de la Organización de Estados Americanos (OEA), tuvo que recular.
Una ex magistrada del Tribunal Supremo de Justicia, Blanca Rosa Mármol de León, conocedora de los contubernios de esa magistratura, sabía al igual que la mayoría de los ciudadanos demócratas del país criollo, que el alto tribunal no hubiera tomado esa decisión en absoluto sin una orden directa del Palacio de Miraflores, sede del poder ejecutivo.
“Tenemos magistrados ilegítimos – dijo tras la anulación de poderes a la Asamblea Nacional - que no llenan los requisitos para el ejercicio del cargo, hay que revisar las credenciales de todos los que están en el TSJ, no solamente los que se conocieron como magistrados Express, que fueron nombrados entre gallos y media noche, sino todos porque la absoluta mayoría no llena los requisitos para el cargo, por eso tenemos hoy decisiones como la que estamos viendo de la Sala Constitucional”.
Existe en Venezuela un baile de nombre “Joropo” que imprime identidad al país caribeño como sentido cultural, y entre las expresiones de ese folclore pensadas en momentos dificultosos, se dice: “A ponerse las alpargatas que lo que llega es joropo”.
Hoy la tierra de Simón Bolívar y Andrés Bello se enfrenta al punto cumbre de una azarosa vida política a partir de la llegada de Hugo Chávez, cuyo poder fue total durante cerca de 15 años, hasta que un cáncer, o lo que haya sido -no existe notificación oficial de las causas de su fallecimiento - dio paso al actual presidente Nicolás Maduro, hombre fiel hasta la médula al endiosado personaje.
Su valía ha sido la lealtad al Comandante. En eso ha fue incisivo y lo sigue siendo a cabalidad. En los primeros días de su gobierno recibió en varias ocasiones la visita de un pajarito que le informaba, posado en su hombro, de mensajes enviados del más allá por su admirado ídolo. La Revolución Bolivariana no estaba sola, la sombra de Chávez seguía ahí y continuaría hasta el triunfo total de la misma, cuando Venezuela consiga ser una analogía completa de la Cuba de Fidel Castro.
El latifundista de Cuba fue el único en saber que Hugo agonizaba y le hizo prometer en su lecho que Maduro sería su legatario.
Nicolás estuvo igualmente en La Habana a su lado. Ahí asimiló arengas y decisiones. El primer dictamen no tiene desperdicio:
La política, el diálogo, los acuerdos entre fracciones o grupos para llegar a salidas razonables, son para los políticos blandengues. Los caudillos forjados en riñas, juegos de béisbol, coplas, amoríos a granel, cerveza, tortas de maíz, pisillo de cola de baba, sancocho de cachicamo y alguna que otra instrucción militar, pelean, no hablan, ya que al frente jamás tienen a un opositor, sino a un enemigo, y con él no se dialoga: se le dispara y sanseacabó.
De ahí la exaltación de la frase ya dicha: “A ponerse las alpargatas que lo que viene en Venezuela es joropo”. ¡Y Dios si vino! Surgió convertido en un vendaval y esos vientos desatados continúan haciendo pedazos la nación bolivariana.
Hoy Maduro, el alumno más aventajado, no da tregua, gane o pierda.
En la llamada “guerra a muerte” de la contienda independentista entre los nacidos en esta tierra de gracia y el reino de España, la civilización y la barbarie se jugarán a la hermosa Rosalinda, la actual sufrida Venezuela, la cual ha padecido en los últimos años del Socialismo del Siglo XXI el vendaval del desaliento, la destemplanza y una división tan profunda que sus heridas tardarán un inmemorial tiempo en cicatrizarse.
(FOTO: un grupo de venezolanos residentes en Valencia hizo una concentración en la Plaza del Ayuntamiento contra la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de suprimir los poderes de la Asamblea Nacional en manos de la oposición tras las últimas elecciones legislativas.)
Chávez no fue mostrenco, le nacía una intuición natural, captaba la realidad con rapidez asombrosa, sabía hablar, moverse en escena y fue un extraordinario enternecedor de masas.
A Nicolás Maduro le faltan esos empujes naturales y, en los últimos tiempos, a partir de la llegada de la oposición a la Asamblea Nacional, ha ido perdiendo el norte. Cree a pies juntillas, como su mentor, que fuera de la Revolución Bolivariana no hay nada, solamente yermo y hastío. Craso error.
Con una casi nula libertad política en el país, que no logró el resultado requerido contra la oposición, instruyó a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) - cada uno de ellos bajo su control - hasta llegar a derogar la Asamblea Nacional.
El mandatario llegó a afirmar como otras tantas veces, que las críticas respecto a su gobierno son parte de una conspiración de la derecha internacional.
En esta ocasión se pasó de listo. Dará vuelta a la torta, pero vendrán otras. El no cree en diálogo alguno. Participa en ocasiones como si se tratara de una partida de póquer sin comprometerse. Deja pasar el tiempo, pero se equivoca. Lo que sucede en Venezuela es una tragedia de tan baja atadura púdica que es imposible seguir resistiendo. El Alto Mando de las Fuerzas Armadas sigue apoyándolo y caerán con el. La corrupción inconmensurable que hundió la nación hasta la médula y la vil cobardía, los tiene a todos comprimidos como una fanega.
Tras la declaración realizada por la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, respecto a la sentencia de la Sala Constitucional, que se adjudicó las atribuciones de la Asamblea Nacional y que ella considera “una ruptura del orden constitucional”, el Presidente expresó que tardó en conocerla, algo peregrino en una nación totalmente controlada.
El humor criollo ha comenzado a llamar al Jefe del Estado “Nicolás Fujimori”, en alusión al presidente peruano que desbarató el poder constituyente del país andino y se hundió en la derrota. Hoy está en prisión.