Norman Mailer y Donald Trump

 

Las obras literarias maestras  poco o  nada tienen que ver con  la vida personal de sus autores, muchas de ellas trágicas, alocadas, banales y hasta canallescas. Han sido numerosos los libros prodigiosos que han salido de mentes calenturientas y magulladas hasta el tuétano.

Cada filia o aversión personal  sigue senderos de inspiración distintos a la de su propio creador. Siendo esa la razón de que seres endemoniadamente malévolos realicen creaciones prodigiosas, donde imperan la dulzura, el sentido común y la belleza  en sus rangos más elevados.

Cada una de las lenguas escritas conservan ardor, ramalazos recónditos, ternura sensitiva, apegos,  y un condimento de  reciedumbre entre  los callos del espíritu que fascina.

En una pasada columna glosamos “El viaje a Echo Spring”  de la autora inglesa Olivia Laing,  en la que resaltamos su subtitulo esclarecedor: “Por qué beben los escritores”.

La interrogación  no sirve de soporte púdico, al ser cabalmente cierto  que en  la literatura universal rezuma el alcohol y el mejunje  de disparejas drogas duras.

Los reconocidos talentos – en hombres y mujeres -  pueden ser insoportables en lo personal, truhanes de profunda calaña, mentirosos a nivel  superlativo, pendencieros, oníricos sin medida, y  aún así de ese fango oscuro ha salido y saldrá  belleza portentoso.   La gloria futura quizás repose en el pago de la propia muerte desdichada.

Olivia Laing  lo subrayó: “Las drogas y la literatura siempre han estado íntimamente ligadas porque las primeras pueden obrar como catalizadores de la segunda. Y muchos son los escritores que estarían dispuestos a firmar un pacto fáustico con el dios Baco que les permitiera concebir una obra maestra”.

El  iconoclasta Norman Mailer formó parte de los admirados escritores norteamericanos que bebieron alcohol y fumaron narcóticos hasta la perdición, y  aún así, o tal vez  a recuento de ello,  nos ha dejado en sus libros  un permanente aguijón atosigado contra el poder político establecido.

Padre del llamado “nuevo periodismo” mucho antes de que lo reinventara Tom Wolfe,  en una recopilación de sus grandes reportajes periodísticos con el nombre de  “América”, desnuda,  al trasluz  de una palmatoria, diversas reseñas humanas golpe a golpe.

 Niño judío nacido en Brooklyn, nada en su biografía apuntaba hacia el periodismo ni  la literatura,  presentando  cara a ello algo prodigioso: la existencia posee caminos bifurcados que empujan hacia puertas insospechadas.

 El libro “América” es híbrido, usa la  técnica de la novela y con ella hace reporterismo,  destacando la reseña del mítico combate en Zaire entre Muhammad Ali y George Foreman,  en la cual hay mucho de sus vivencias como boxeador  aficionado  en combates con Francis Scott Fitzgerald y Ernest  Hemingway.

 El lugar en que el autor parece sentirse a gusto se llama política, y eso sucedió  cuando fue enviado a cubrir la convención demócrata de 1960 con un John F. Kennedy virtuoso saliendo de la espuma que moldea la gloria.

 ¿Son reportajes o memorias? Ambas cosas. André Malraux, el de las “Antimemorias”, discrepaba cuando se preguntaba: ¿Qué libros  merecen ser escritos, excepto las memorias? Muchos, por ejemplo  “El Quijote” o  “El rey Lear”. Ante todo La Biblia,  al ser el compendio de los cien mil libros de Dios.

Gabriel García Márquez, el más universal de los escritores latinoamericanos después de Borges,  al presentar el primer volumen de sus memorias con el rebuscado titulo de “Vivir para contarlo”, dijo  haber  pincelado su vida de escritor con escobillas de periodismo y la fuerza de un extraño don interior.

En Bahía de Todos los Santos, el sumo sacerdote de esa religión de mujeres pariendo entre hojarascas de plátano, Jorge Amado, con comisura de un babalao, solía decir entre taza de café boca abajo, tabaco bañado en ron, que si un escritor nace sin el “don” de nada valdrá esforzarse.

Mailer  nunca fue un ser disímil, tampoco  lo intentó, al creerse mortal hasta el final de su vida.

Y así, en esta recopilación de artículos sentimos que los norteamericanos deben al cielo protector el haber tenido una conciencia que les puyó y los invitó a salir  su modorra.

 Si el presidente Donald Trump leyera literatura uno le recomendaría que en sus noches en la Casa Blanca dedicara tiempo  a la lectura, procurando que no faltaran dos obras de  Mailer en su mesita: “América” que comentamos,  y “Miami y el sitio de Chicago”.  En este  libro él  se vería retratado.

Ahí se relatan los días en que los republicanos eligieron como candidato a Richard Nixon en la convención de Florida , y ese hecho es imagen plena  del caos que actualmente vive Estados Unidos, con grandes manifestaciones, policías antidisturbios, ataques a los medios de comunicación y una nación  dividida. Lo contado por Mailer ha regresado. .  

 



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