Cobalto y coltán y otras desgracias

Estaba yo ensimismado leyendo unos informes sin importancia referidos a las reservas minerales que tiene uno de los países de África del que -por la plácida vida de sus habitantes y la fortuna de vivir sobre tanta abundancia- menos conocimientos tenemos a través de los diferentes medios de comunicación, centrados -como es natural- en otras noticias más relevantes y transcendentales.
 
El tal país africano no es otro que la República Democrática del Congo, en donde se estima que se encuentran entre el 60 y el 80 por ciento de las reservas mundiales conocidas de cobalto y de coltán, dos minerales imprescindibles para la fabricación de componentes destinados a incrementar la autonomía o duración de las baterías y acumuladores automovilísticos (el cobalto), y para la fabricación de componentes pequeñísimos, incluso microscópicos, destinados a los satélites artificiales, computadoras, teléfonos móviles, cámaras digitales o pantallas de plasma (el coltán).
 
Como nota al margen de esta extraordinaria abundancia, y sin otra connotación más que la puramente anecdótica, comentar los datos facilitados por UNICEF (estos de la ONU siempre fueron un poco abundantes) que calculan que en las minas de cobalto y de coltán se extiman que hay unos 40.000 niños trabajando en unas condiciones -como el resto de los otros trabajadores- de semiesclavitud y utilizando métodos de extracción similares a las utilizadas en la época de la mineria del imperio romano.
 
También se estima que las guerras -algunas fratricidas- promovidas y patrocinadas por diversos países de los llamados civilizados, grandes corporaciones financieras y diversos fondos de inversión, interesados en el control y los acaparamientos de esos y otros minerales estratégicos han ocasionado unos 5,5 millones de víctimas en esa zona de África.
 
Bueno, pues, como decía estaba yo leyendo estas cosas sin importancia cuando por la radio oigo una noticia que por injusta me logró poner los pelos de punta. Al presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán -cuando las acciones de la compañía el pasado año rentaron un 1,99%- le rebajaron el total cobrado durante el pasado año 1916 en 68.379 pesetas al día con respecto a lo percibido en el año 1915. Una vergüenza y, repito, una injusticia impropia de un país digno e igualitario.
 
No es de estrañar que en este mundo aumenten los indignados. Una persona como Ignacio Sánchez Galán -y lo mismo pasa con otros muchos de su rango- que, acostumbrado a cobrar cada día del año 4.330.698 pesetas (cuatro millones trescientas treinta mil seiscientas noventa y ocho), de repente -porque no llueva en su pantano o haya poco viento para sus torres eólicas, ambas causas ajenas a su buen hacer personal- tenga que amoldarse a su nueva nómina de 4.262.319 pesetas diarias (cuatro millones doscientas sesenta y dos mil trescientas diecinueve) es para indignarse... y mucho.
 
Y como aludí a otros similares al rango de Ignacio Sánchez Galán, citaré solamente a dos de sus colegas. Otro que tiene que estar tremendamente indignado es el primer ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete también sufrió en sus propias carnes una rebaja alarmante en sus emolumentos: el año 2015 cobró 2.461.660 pesetas diarias mientras que en el ejercicio 2016 pasó a cobrar solamente 2.416.074 pesetas diarias. Una vejación.
 
Una vejación económica teniendo en cuenta que su predecesor como presidente de Telefónica, Cesar Alierta, en el año 2015 recibió -por su impecable dedicación a la empresa, a los empleados, a los clientes y a la sociedad en general- la razonable cantidad de 3.966.008 pesetas diarias (8,7 millones de euros anuales).
 
UNICEF preocupada por 40.000 niños de nada arañando cobalto y coltán en régimen de esclavitud, mientras en España algunos pasándolas canutas para llegar a final de mes. ¡Como para no indignarse!.



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