Se acaba noviembre, políticamente el mes de las hienas. El mes en el que Rafael Hernando, portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados, se reivindico como portavoz de las miserias intelectuales en beneficio de los intereses de una parte de la política española carente de toda ética.
La utilización de la muerte de la senadora Rita Barberá -obligada a abandonar el Partido Popular por el desamparo de la propia formación y de destacados de sus miembros y a la que el propio Rafael Hernando en su momento le pedía explicaciones y con posterioridad se jactaba de que ya no pertenecía a su grupo- demuestra hasta qué punto de putrefacción moral y ética pueden llegar algunos personajes que viven a costa de la cosa pública.
Rita Barberá ha muerto consecuencia de un infarto, como muchos españoles y como muchos europeos. Por pocos días no pudo saber que la UNESCO había declarado a las Fallas, de su Valencia natal, como Patrimonio de la Humanidad; y por pocos días no pudo comprobar como a Rafael Hernando le entraba tal remordimiento reparador de sus intervenciones precedentes que le lleva a ver hienas en sus alucinaciones inclasificables.
¡Hay que ver qué dirigentes tenemos!