El presente memorial centrado en la conmovedora situación política y social en que vive Venezuela es - con una certeza consternada - uno de los más prominentes, claros y concisos documentos que hemos leído en los últimos años. Preparado reflexivamente en la comunidad de Jesuitas del país caribeño, surgió del conocimiento que esa congregación de reconocida solvencia pública, elaboró la pasada semana a recuento del espeluznante gobierno de Nicolás Maduro.
Tal vez nadie conozca la situación venezolana actual mejor que estos discípulos de Ignacio de Loyola, fundadores de una organización de ayuda dirigida a los sectores empobrecidos, abandonados e íntegramente excluidos de los últimos gobiernos de turno y, aún así, nunca a tal nivel como en la desparramada ideología materialista bolivariana instituida en la mente de Hugo Chávez y hundida aún más – si eso pudiera ser posible, y lo fue - de la mano de Maduro, un político cuyo único mérito fue ser correveidile entre Hugo y Fidel.
Una vez fallecido aquel, Castro logró, ante la genuflexión rayana en idolatría que le profesaba el militar de Barinas, que el conductor de autobuses y sindicalista del Metro de Caracas – sus títulos elementales - fuera entronizado como presidente de la República.
Y así, de esos barros pútridos, salieron unos fangos que ciñeron de infortunio esta Republica que había ceñido de grandeza El Libertador tras la Batalla de Carabobo, y le impregno de emoción con “Alma llanera” el compositor Pedro Elías Gutiérrez sobre un texto de Rafael Bolívar Coronado, mientras la voz de Simón Díaz la envolvió del cuatro llanero salpicando las aguas temerarias del Arauca vibrador.
La institución “Fe y Alegría” – 60 años interrumpidos de servicio - ha sido la esperanza integral educativa y el apoyo humanitario de cientos de familias venezolanas. Esa realidad social, hurgada en los barrios paupérrimos del país durante esas décadas, les ha permitido a los esclarecidos Jesuitas narrar al mundo el realismo trágico de Venezuela y sus vivencias más ardientes.
Del texto hacemos un compendio con las realidades más acentuadas que ayudará a calibrar la situación de una nación – tercer país en el mundo productor de petróleo – cuyas riquezas naturales inconmensurables, debido a unos políticos herederos del chavismo y sostenidos en la actualidad por Maduro, la gigantesca corrupción y su miseria moral, ha dejado corroído hasta el tuétano el que hasta ayer fue “un país para querer” y hoy solloza sobre escorias.
Un país hundido
El texto concienzudamente preparado por la Comunidad de Jesuitas de la Provincia de Venezuela al pueblo de Simón Bolívar y al mundo, y firmado por el Viceprovincial de la Compañía, Francisco José Virtuoso, es un gesto valeroso digno de encomio.
El mensaje está resumido y sin obviar a cuenta de ello la impronta de su esencia. Sus párrafos se leen con profunda pesadumbre, al saber que refleja en su totalidad una realidad irrefutable de lo que está sucediendo ahora mismo en Venezuela.
Exponen los Jesuitas:
“La gravedad de la situación actual venezolana nos exige un discernimiento permanente desde nuestra vocación de servicio al Pueblo de Dios.
El presente es tiempo de tragedia para Venezuela. El país padece problemas que no habían sido conocidos por las últimas generaciones de venezolanos. La mayoría de la gente vive con gran esfuerzo en una situación de sobrevivencia que empuja a vivir en trance, en shock, perdiéndose todo sentido de normalidad en la cotidianidad.
La sensación con la que se vive es de rabia y frustración. El empobrecimiento es masivo. La escasez y la incapacidad de adquirir lo poco que distribuyen las redes comerciales se traduce en hambre y miseria para la gran mayoría. La inseguridad crece en una violencia diseminada e impune. El autoritarismo político y la hegemonía comunicacional pretenden imponer un mundo demagógico y falso. El tejido social se desvanece y la institucionalidad es sinónimo de corrupción, opacidad e impunidad.
Organizaciones internacionales y muchos Estados del planeta hablan de crisis humanitaria en Venezuela y de violación de derechos humanos elementales. Las encuestas señalan que el 94% de la población dice que el país está muy mal y que más del 70% está a favor del Revocatorio al Presidente de la República.
Venezuela es una olla de presión con las válvulas tapadas. La situación no sólo es insostenible, es insoportable. Los economistas a coro señalan que el desabastecimiento va a ser mayor y la inflación también durante los próximos meses. Es previsible que los saqueos y las protestas sigan en aumento, al tiempo que el discurso vacío de los voceros oficiales, la represión y las políticas erradas prosigan avivando el fuego.
La crisis venezolana es de carácter fundamentalmente político. Se ha roto la legitimidad del gobierno, quedando en minoría electoral pero detentando el control de casi todos los poderes públicos nacionales con excepción de la Asamblea Nacional, a la cual margina sistemáticamente. Mientras, la oposición ciudadana al gobierno representa la gran mayoría y la oposición partidista ocupa espacios muy restringidos dentro del Estado venezolano.
La crispación y la polarización entre gobierno y oposición partidista es cada vez mayor e imposibilita alcanzar los acuerdos básicos que deben existir entre la sociedad y el Estado para lograr los fines consagrados en la Constitución Nacional. Para contener la oposición, el gobierno actúa cada vez más ejerciendo una cruel y dura represión contra la disidencia, violando los más elementales derechos humanos, situación ésta denunciada por organismos internacionales de reconocida solvencia. Cualquier opción de diálogo y entendimiento se hace cada día más difícil.
Ante esta situación, la mayoría de la población venezolana, más allá de las identificaciones partidistas, cree que la opción de referendo revocatorio presidencial, puede ser el inicio de un proceso de transición política pacífica, democrática y constitucional eficaz. Como muy bien ha señalado el Episcopado Venezolano: “Ante la gravísima crisis política del país, el referéndum es la solución menos traumática y más conveniente… de no darse el referéndum la crisis se hará cada vez peor.” Somos conscientes que el revocatorio es sólo un paso (que consideramos necesario en la presente circunstancia) de un largo y complejo camino que requiere de muchos esfuerzos de negociación, acuerdos y consensos para la superación de la actual crisis, en donde todos los actores son necesarios.
Vemos con indignación como el Consejo Nacional Electoral (CNE), desde los inicios de la activación del proceso del revocatorio, ha jugado un papel claramente sesgado hacia los intereses del gobierno, retardando los lapsos, imponiendo normas no establecidas ni en la Constitución ni en las leyes respectivas y maltratando al pueblo venezolano al obligarlo a participar en condiciones de extrema dificultad.
Nuestros retos
Una preocupación permanente que nos debe movilizar es el diseño de planes conjuntos como Provincia, en unión con la Iglesia y su jerarquía, así como con otras organizaciones sociales, para promover:
• La formulación de horizontes, sustentados en diagnósticos especializados y rigurosos que permitan la formulación de políticas públicas en diferentes ámbitos para viabilizar la orientación de nuestras grandes opciones apostólicas. Pensar este país y sus posibilidades es una responsabilidad apostólica propia de Compañía de Jesús para con la Iglesia y la sociedad venezolana.
• La defensa de los principios democráticos y de la institucionalidad consagrada en la Constitución Nacional de la República, en especial de los derechos humanos.
• La atención a las víctimas de la represión política.
• La vigilancia a la crisis alimentaria y de salud, que se concreta en el apoyo al corredor humanitario propuesto por la Conferencia Episcopal entre otras iniciativas.
• El fortalecimiento de la convivencia ciudadana frente a la violencia diseminada en toda la sociedad.
• El acompañamiento a las organizaciones sociales, ONG, instituciones educativas, en cuanto actores relevantes en la construcción de alternativas para el país.
• La participación en iniciativas tendentes a favorecer la superación de la crisis nacional, que promuevan el diálogo y la concertación, el reconocimiento de todos y la expresión soberana y democrática del pueblo venezolano.
El momento que vivimos nos llama a robustecer la relación con Dios nuestro Padre, su Hijo Jesús y el Espíritu Santo, de quienes nos decimos sus seguidores y bajo cuya bandera nos hacemos constructores de su reino de libertad, dignidad y justicia. Que la fidelidad a nuestra vocación y misión nos guíen en este discernimiento permanente de lo que debemos hacer en esta tierra que tanto amamos”.
Firma el valioso documento el Viceprovincial de la orden, Francisco José Virtuoso, SJ.