Javier Fernández

Durante los siete años en los que con la ayuda inestimable de mis leales y eficientes compañeros y amigos Ana Parrondo y Francisco Merino dirigí la investigación sobre el Derecho Consuetudinario Asturiano que, finalmente, culminó con la aprobación de la Compilación por parte del Parlamento Asturiano, tuve ocasión de comprobar los valores de nuestros paisanos, de los que dejaron testimonio escritores extranjeros y nacionales subyugados por el carácter de nuestro pueblo.

Robustos y sufridos, firmes en sus propósitos, amigos del trabajo, honrados y leales, talentosos, desinteresados, honestos, generosos, nobles, laboriosos, de singular inteligencia, de mente clara y lúcida, belicosos cuando las circunstancias lo requieren, son algunos de los calificativos y comentarios que nos han dedicado. Ortega dio un paso más y dijo: «En rigor fue aquí en Asturias donde brotó originalmente la claridad política».

Es la verificación ictu oculi de todas estas circunstancias la que me hace sentirme muy orgulloso de ser asturiano, orgullo que experimento igualmente, cuando un compatriota triunfa o cuando es llamado para desempeñar altas responsabilidades. Así me sentí cuando Ignacio Prendes fue elegido Vicepresidente Primero del Congreso y así me siento ahora cuando Javier Fernández es elegido por aclamación –fórmula excelsa donde las haya- Presidente de la Gestora que debe conducir al PSOE en esta dura travesía fruto de la desastrosa y personalista gestión de Pedro Sánchez. Por cierto, Sánchez conservará su escaño, según dice, «para mejorar la vida de los ciudadanos», aunque todo apunta a que es para no empeorar la suya.

A Javier se le escucha, se le respeta. Para él, la estabilidad es un valor democrático de primera magnitud vinculado claramente a la gobernabilidad. Su voz es una voz de autoridad; su persona, una referencia intelectual y moral. Es uno de los políticos más ponderados, de carácter sosegado y nada dado a la confrontación. Hombre de partido, es un referente dentro del PSOE. Dicen en el partido que cuando habla, sentencia.

Coincido plenamente con él en el rechazo frontal a los independentistas y a cualquier entendimiento con ellos en la medida en que han emprendido una ruta de colisión con el Estado. También coincido en su diagnóstico de que el PSOE se había podemizado, entre otras cosas, por someter a votación de los afiliados decisiones trascendentales en un mal entendimiento de lo que es y lo que significa la democracia. Como ya dije en ocasiones anteriores, vivimos un exceso de democracia. ¿Por qué no se somete a votación la cantidad de hormigón que debe llevar un puente? Porque para tomar tan importante decisión hay que saber. Lo mismo ocurre en otros ámbitos. ¿Con qué conocimiento y elementos de juicio cuentan los afiliados al PSOE para decidir si los Diputados socialistas deben abstenerse o provocar las terceras elecciones? ¿Qué calidad tendría su voto? Los militantes, además, votan con el corazón, no con la cabeza. No hay política sin delegación; lo demás es demagogia. Seguro que Javier reconduce la decisión a los órganos competentes del Partido y seguro que también sacará adelante la abstención, como mal menor. Es lo que le interesa a España, y como el propio Javier proclamó en numerosas ocasiones, primero; España; después, el partido, y, en último lugar, los personalismos, y la abstención sin contrapartidas porque, en el supuesto de que se pongan encima de la mesa de negociación asuntos transcendentes, se le proporcionará al PP la excusa para ir a las terceras elecciones, que es la solución que realmente les interesa para rematar al maltrecho PSOE.

Javier debe encontrar el adecuado equilibrio entre la sumisión y la subversión, una actitud lo suficientemente inofensiva como para evitar el castigo y lo bastante digna como para preservar el orgullo.

Suerte, el prestigio de Asturias está en juego.

 



Dejar un comentario

captcha