A las 20, 21 horas de hoy sábado Pedro Sánchez anunció su dimisión como secretario general del PSOE tras dos años en el cargo, así como del resto de la ejecutiva que le seguía fiel y en la que figuran dos asturianas, la veterana María Luisa Carcedo y su protegida la joven riosellana Adriana Lastra.
Ahora una comisión gestora que sin duda encabezará el presidente del Principado Javier Fernández se hará cargo de la situación, por lo menos hasta el próximo sábado en que volverá a reunirse el comité federal del partido. Supongo que como consecuencia de la implicación en su nueva responsabilidad de Javier Fernández, auténtico militante de confianza de la mujer fuerte de la organización socialista, la andaluza Susana Díaz, el secretario de la FSA y jefe del Ejecutivo asturiano delegará mucho en su delfina, la consejera de Hacienda Dolores Carcedo quien días atrás, como si intuyese lo que iba a ocurrir, cambio de look, esto es, nuevo peinado y aire más juvenil. También se atará más a su sillón el portavoz Guillermo Martínez.
Este lío se veía venir por la falta de cintura y pre potencia de un Pedro Sánchez que cosechó para su partido los peores resultados electorales de la historia y se enrocó en su postura de no facilitar la investidura de Mariano Rajoy y convertir así al PSOE en el principal partido de la oposición cara a combatir un gobierno débil y gastado como el que pretende encabezar el todavía presidente en funciones.
En las primeras elecciones le faltó a Pedro Sánchez huevos para pactar con Podemos en su aspiración por convertirse en inquilino de La Moncloa cayendo en el error de firmar un acuerdo, intil por otra parte, con Ciudadanos que al fin y al cabo es la nueva derecha española. Mientras el PSOE seguía perdiendo el favor de los votantes, todo lo contrario que el PP, su todavía líder Pedro Sánchez hablaba, incluso ayer mismo, de intentar un gobierno progresista y trasversal sin llegar a especificar quienes serían sus socios aunque estaba claro: Podemos y los partidos nacionalistas, muchos de ellos inmersos en actitudes proclives al separatismo lo que hace rechinar a la mayoría de los españoles aunque sean del PSOE.
No se si el PSOE estará a tiempo de levantar en el Congreso el veto al PP y permitir con la abstención que Mariano Rajoy gobierne en minoría. Si vamos a unas terceras elecciones el próximo diciembre el batacazo del centenario partido de izquierda será de los que hacen historia provocando además que el PP se acerque a la mayoría absoluta. Lo cierto es que cerrar la herida abierta en el PSOE esta semana va a costar sangre, sudor y lagrimas. El partido está roto y a lo mejor de esta crisis surge una división. No olvidemos, por ejemplo, lo que les ocurrió a los socialistas en Grecia o Italia, por citar.
Está claro que estos acontecimientos van a arrastrar a la presidenta de Andalucía a dar el salto a Madrid convirtiéndose así en la lideresa del PSOE. Aparte de que a Espáña le urge tener gobierno y oposición, en Bruselas están poniéndose nerviosos, tenemos a la vuelta de la esquina lo que algunas fuerzas quieren sea el acto final de la independencia para Cataluña y a mi, en concreto, me preocupa la postura del líder socialista en aquella autonomía, el histriónico Miguel Iceta.
Aunque hoy hayan ganado los críticos y Pedro Sánchez ya no sea secretario general el gallinero socialista está muy revuelto y así va a seguir una larga temporada. Preocupante.