Ignacio Prendes

La inoperancia de la casi segura oposición, la falta de visión política de sus líderes, su incapacidad o la suma de todas estas circunstancias han determinado que el PP obtenga la Presidencia del Congreso de los Diputados, incluida la mayoría en la Mesa, con la colaboración de Ciudadanos, y que la sume a la del Senado, que sí le correspondía por votos. Como en los mejores tiempos de la mayoría absoluta.

Esto es un síntoma de la Legislatura que se nos viene encima.

La verdad es que la composición de la Mesa mejora notablemente la de la Legislatura precedente. El mero hecho de que Celia Villalobos haya sido apartada es un gran avance. Sus salidas de tono, sus modales, su patrimonialización de los medios chocaban con la seriedad que se entiende implícita en un órgano de esta naturaleza.

Patxi López, como ya tuvimos ocasión de manifestar, no daba la talla. Le faltaban cintura, capacidad de improvisación, dialéctica, mano izquierda y autoridad. El Congreso en sus manos era un barco a la deriva.

Habrá que ver cómo maneja el timón la nueva Presidenta, Ana Pastor, pero ateniéndonos a los rasgos de su personalidad, puesta de manifiesto en sus cargos precedentes, no cabe duda de que impregnará de seriedad, rigor y trabajo su mandato y no nos porporcionará espectáculos como los que protagonizó su predecesor.

La Presidencia de la Mesa del Congreso es una figura nuclear con muy relevantes funciones, no solo como Presidencia de la Mesa propiamente dicha, sino como Presidencia del Congreso, en cuyo ámbito debe dirigir los debates con neutralidad y sentido institucional.

Suerte a Ana Pastor. La necesitará.

Pero si verdaderamente nos satisface la composición de la Mesa, es por la presencia en la misma como Vicepresidente Primero de nuestro admirado y querido amigo Ignacio Prendes, también conocido como Nacho Prendes.

Nacho Prendes es un político hecho a sí mismo. No creo que sea aventurado decir que nació con madera de político, aunque no tuvo ocasión de comprobarlo en su más pura manifestación hasta que fue elegido Diputado autonómico por UPyD en las elecciones de 2011 y 2012. Repite, esta vez con Ciudadanos, en 2015, y de ahí, a la gloria.

Compartí con Nacho muchas horas de trabajo en la Junta General del Principado de Asturias, nuestro Parlamento. Ambos éramos insustituibles, él porque era el único Diputado de su Grupo; yo, porque era el único Letrado de Comisiones. Ambos lo sabíamos y bromeábamos con ello. En el transcurso de las sesiones maratonianas que nos tocó vivir pude apreciar el alto nivel oratorio de Nacho. La necesidad obliga, y era capaz de hablar con conocimiento de causa de cualquier tema, ya fuera de sanidad, agricultura, medio ambiente o servicios sociales. Su inagotable abundancia verbal, sus bien urdidas frases sazonadas con resabios abogadescos le hacían salir airoso de cualquier lance. Capacidad y habilidad de maniobra, encanto personal, prudencia, sentido de la oportunidad, sentido institucional también corrían parejos a su habilidad oratoria.

Pero Nacho también rendía tributo a la elocuencia. Su fuerza expresiva, su eficacia para persuadir y conmover, su deseo de convencer, su descriptivismo competían con su oratoria. Semejaba ser un alumno aventajado de Hamilton, que en su lógica parlamentaria aconsejaba: «Tened un estilo diferente para cada argumento y para las diferentes partes de la misma argumentación».

Sé consciente, querido y admirado Nacho, de que el ejercicio de la función parlamentaria crea adicción, con secuelas que pueden revestir cierta gravedad, como la de aquel parlamentario que fue operado de garganta y cuando el médico le pidió que probara la voz dijo: «Señores diputados…».

 



Dejar un comentario

captcha