La unión monetaria permanece insensible a las apremiantes necesidades de los refugiados y emigrantes, incumpliendo sus responsabilidades -nítidamente establecidas en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, año 2000– y reduciendo drásticamente su ayuda al desarrollo.
Europa, que debería de ser no sólo ejemplar cumplidora de sus deberes sociales sino también vigía y referencia a escala mundial, se halla subordinada a la dinámica económica de los “mercados”. Sin pautas de conducta bien precisas y observadas en toda la Unión en relación a la xenofobia, fanatismo, racismo, nazismo… podíamos vernos abocados, por no haber aprendido bien las lecciones del pasado, a un futuro de extrema violencia.
Si no se acomete con firmeza y denuedo enderezar las presentes tendencias, y se define y establece resueltamente una Unión política y económica, el sueño europeo se irá desvaneciendo.
Sí: el déficit que debe preocuparnos realmente es el de la solidaridad y las intolerables actitudes de aislacionismo y extremismo que acarrea.