Debo actuar en la presentación del libro “El enigma de Turón” de mi buen amigo Manuel Jesús López “Lito” en el Club de Prensa Asturiana a la misma hora en que Francisco Alvarez-Cascos entrega a sus antiguos compañeros de pre autonomía las medallas de Asturias en el auditorio ovetense. Siento, por tanto, no poder asistir, pero primero son los amigos y luego los oficialismos que de esos ya tiene bastantes en su entorno el presidente del Principado.

Arroparon al autor del libro el abogado y poeta nicaragüense Heradio Gonzálex Cano que, al igual que un día dijo del profesor Teodoro López-Cuesta, es un hombre trasatlántico, vamos,  que lo mismo vale para un roto que para un descosido. También estuvo Celso Peyroux, escritor y cronista oficial de Teverga, tan denostado, o más, por las fuerzas vivas del concejo que su colega Ignacio Gracia Noriega en Llanes, y los técnicos del ayuntamiento de Oviedo, lugar donde trabaja el autor, ya con la jubilación en el bolsillo, Longinos Fernández y Andrés Palicio.

El libro es denso, todo un tratado sociológico de esta localidad mierense, de siempre el patito feo del valle del Caudal. Turón, desde luego, no es para los que le conocimos con más de 9.000 vecinos dedicados a la minería, un enigma; es una tragedia social, un pueblo que ha ido apagándose, como el sector minero, y que incluso ya no dispone de explotación hullera alguna. Es una población en la que residen jubilados de edad y de la que la juventud en cuanto puede se va para Mieres, Pola de Lena, Oviedo o Gijón. Ubicado en un valle precioso pero angosto los intentos de reindustrialización de Turón no tuvieron éxito y buen ejemplo de ellos es el polígono de La Cuadriella donde estuvo instalada la fracasada industria farmacéutica DIASA, un polígono precisamente inaugurado por Francisco Alvarez-Cascos cuando era ministro de Fomento en el gobierno de José María Aznar habiendo recibido in situ a una comisión de la asociación de vecinos con el doctor Soto al frente. La llegada de los socialistas al poder tras el 11-M hizo que el hoy presidente del Principado nada pudiera hacer entonces ni por La Cuadriella ni por Turón pero, bueno, ahora está a tiempo de cumplir su antigua promesa a los vecinos del lugar.

Las cosas económicas están tan mal en el municipio mierense que el bueno de su alcalde Aníbal Vázquez se las ve y se las desea para administrar la escasez de recursos. Una de sus últimas decisiones ha sido devolver a HUNOSA el restaurado pozo San José, en pleno pueblo de Turón, y en que en su momento el ayuntamiento invirtió 1 millón de euros siendo ocupado por FUCOMI para sus oficinas centrales. Siendo un guaje y en un arcaico  Renault 4 que había comprado de quinta mano tenía el valor de ir a Turón al baile de la pista María Luisa, obligatoriamente entonces por La Manzaneda, el Padrún y la Rebollada. Un colega de ligues y yo atábamos el limpiaparabrisas -nunca funcionó- con una cuerda y untábamos el cristal del conductor con jugo de patata para poder ver la carretera si teníamos la mala suerte de que lloviese, lo que era habitual.

Con el paso de tiempo la comisión de festejos me invitó en una ocasión a dar el pregón precisamente en la citada sala de fiestas obsequiándome al final no solo con un par de besos de la guapa reina sino también con una lámpara de mina auténtica que al día de hoy guardo como oro en paño en mi domicilio. Sí, mucho he escrito sobre Turón y su problemática a lo largo de los años comenzando por el barrio de San Francisco por el que tanto lucharon por su restauración Manuel Baquero y los vecinos hasta que, por fin, lo consiguieron rehabilitarlo. Cuando uno de los presidentes más emblemáticos de HUNOSA, el ingeniero gijonés José Manuel Fernández Felgueroso, era técnico de las minas en esa zona hizo mucho por el pueblo granjeándose las simpatías del vecindario; tal es así que hoy el campo de fútbol del Turón lleva su nombre. Pero, en fin, pese a los buenos deseos de unos y otros, como la minería, Turón cada vez va a menos y solo, creo, iniciativas como la de este autor Manuel Jesús López  “Lito” -su libro es toda una lección magistral de memoria histórica- son las que aún permiten mantener una ligera esperanza cara al futuro. Claro que siempre nos quedará el Coro Minero de Turón, ea.