Siempre me sorprende que cuando hay elecciones independientemente de los resultados todos parecen quedar contentos. Lo mismo ocurrió ayer, jornada en la que solo el Partido Popular puede lanzar las campanas al vuelo. Debo reconocer el mérito de Mariano Rajoy a quien los años de jefe de gobierno no parecen desgastarle. Masacrado por el centro y por la izquierda, debilitado por la corrupción de algunos de los suyos, Mariano Rajoy ha ganado, para algunos sorpresivamente con claridad. Su discurso tranquilo y concreto en pro de una España grande y libre ha calado en casi ocho millones de ciudadanos y ha superado, por ejemplo, a los socialistas en Andalucía colocando a Susana Díaz al borde de un ataque de nervios.
En Asturias, región tradicionalmente de izquierdas, han vuelto a ganar la derecha, coalición PP/Foro, con una importante subida de votos, que no de escaños que quedan igual que el 20 de diciembre. Hasta han ganado en Oviedo al tripartito lo que debe hacer pensar a Wenceslao López y compañía que Oviedo tiene una derecha resistente que a la primera de cambio les arrebatará la alcaldía que no consiguieron hace un año por la mala planificación de la campaña de Agustín Iglesias Caunedo y por lo floja de su candidatura.
Supongo que Mariano Rajoy seguirá otros cuatro años en La Moncloa. Ahora que Gran Bretaña se va de la Unión Europea el peso de España en el club de los 27 será mayor y un gobierno del PP se me antoja competente para codearse con el resto de los países comunitarios. Lo que no veo tan claro, pese a todo, es que será de Asturias. Mariano Rajoy no nos ha tenido mucho en cuenta en los últimos cuatro años y esa verja cerrando provisionalmente los túneles de la inacabada variante ferroviaria de Pajares es todo un símbolo negativo de nuestro futuro. Mariano Rajoy deberá ahora tener mucha cintura en la negociación para formar gobierno, mejorar la política social, recomponer relaciones con Cataluña, limpiar de corruptos su partido, renovar el mismo, y apostar por un desarrollo sostenido además de pensar en ciertas reformas, constitución incluida.
Veremos a ver por donde sale la crisis interna del PSOE. La obsesión de Pedro Sánchez, como también la de Albert Rivera, me parece enfermiza y han contribuido, no les queda duda, al nuevo encumbramiento del veterano líder del PP. En Asturias los resultados surgidos ayer en las urnas no le vienen mal a Javier Fernández cuya única incomodidad en el parlamento regional la tiene con el grupo de Podemos. El partido de Pablo Iglesias es por el momento como la gaseosa, de entrada refresca pero luego pierde fuerza. Han perdido más de un millón de votos y pisar moqueta en La Moncloa se les aleja sabe Dios hasta cuando. Pese a su encanto están aún muy verdes y solo con voluntarismo y entusiasmo no se logra hacerse con las riendas de un gran país como es el nuestro. Este traspiés va a conducir también a Izquierda Unida a la desaparición, eso sí, con un Alberto Garzón plenamente integrado en las filas podemitas.
En cuanto a Ciudadanos, Alberto Rivera, lo escribía el otro día, me parece desnortado y sin fuerza. Su obsesión anti Rajoy le ha perjudicado y veremos a ver cual es su futuro. En Asturias pocas teclas van a poder tocar. Su hombre fuerte es el ex seminarista de Nembra Nicanor Fernández, persona sensata donde las haya, pero a quien el equipo actual de Ciudadanos en la región y el golpazo sufrido ayer poco margen de maniobra le van a dejar. En todo caso, estén seguros: No todo va a seguir siendo igual.