Encuentro en la calle Covadonga a la viuda de Juan Benito Arguelles, mi querida Lola Fernández Lucio. Sigue muy afectada por la pérdida irreparable de su marido, falleció el pasado mes de septiembre, al que tuve el honor en mi época de estudiante de que me diera clases de francés en la Alianza Francesa, relación que continuó a lo largo de los años fundamentalmente a través de Tribuna Ciudadana cuando formaba un dúo perfecto de colaboración cultural ciudadana con José María Laso.
Animo a Lola Fernández Lucio que me emociona con el recuerdo del bueno de Juan Benito, ahora precisamente que está ordenando las memorias de su marido que pronto verán la luz a través de KRK ediciones. Precisamente esta editorial ovetense, dinámica donde las haya y en ocasiones ganadora de premios nacionales por sus publicaciones, presenta el próximo viernes, a las 19,30 horas, en la sala Murillo, en la ovetense calle de Marqués de Pidal 27, el libro "Un perro llamado Rufo. La mascota de Oviedo", escrito por el admirado colega Evaristo Arce a quien la jubilación le ha hecho mucho más sabio si cabe, con ilustraciones del pintor vallisoletano afincado en nuestra ciudad Luis Repiso.
Evaristo Arce es un periodista con amplio y sustancioso curriculum. Creo que empezamos a la vez en esta bendita profesión allá por los 60, él en La Voz de Asturias y yo en Región. Pronto fue fichado por La Nueva España en donde en unión del colega mierense Rubén Suárez fue responsable de unas páginas de información local modelo en su genero. Fichado por la Caja de Ahorros de Asturias estuvo varios años como encargado de su departamento de comunicación y prensa para seguidamente pasar a formar parte del grupo Masaveu como encargado de la colección de arte que catalogó y amplió de manera muy efectiva. Con la escultura de Rufo en la calle Doctor Casal siempre tengo presente ésta, efectivamente, mascota de Oviedo, aquel perro abandonado que no era de nadie y sí de todos los ovetenses. Una ciudad aquella con personajes variopintos y sabor a pueblo del que ya apenas queda algo. Tener a Rufo inmortalizado, no solo en una escultura sino también en un libro que auguro magnífico, me encanta.
También me encanta que el ayuntamiento de Oviedo haya dado el nombre de una calle, junto al estadio de fútbol, al mítico Isidro Lángara. Creo que es la primera placa que descubre el alcalde Wencesalo López a punto de cumplir un año en el cargo. En mis tiempos jóvenes de plumilla tuve el honor de conocer y entrevistar en varias ocasiones al gran Lángara a quien si bien no llegue a ver jugar en el Real Oviedo sí pude comprobar que era todo un caballero.
Lángara, muy amigo del entonces director de Región Ricardo Vázquez-Prada, vivía en México y todos los años viajaba a Oviedo durante las fiestas de San Mateo alojándose en una pensión en la calle Fruela propiedad de unos amigos. Mi compañero Constantino Alvarez "Tino" que hacía en Región la información del día sobre el Real Oviedo enseguida sabía en que fecha llegaba Lángara a la ciudad. Persona abierta, jamás puso inconveniente alguno a los periodistas y creo que revivía en los quince o veinte días que cada año estaba en Oviedo. Justo reconocimiento, pues, el de la calle.