Pozos lobales

Se celebra estos días en Oviedo la Feria de La Ascensión, que, de certamen ganadero y caballar asentado en los años 60 en el antiguo matadero municipal, en cuyos terrenos se levantan hoy el centro comercial Los Prados y las nuevas urbanizaciones aledañas al actual HUCA, pasó a tener un carácter más urbano, amplificando la presencia del mundo rural con la incorporación de productos regionales y dando cabida a las manifestaciones artesanas.

Desde hace años, estas fiestas nos producen una cierta melancolía que trae causa en el desinterés mostrado por anteriores corporaciones municipales por un proyecto que presentamos para la creación de un museo etnográfico al aire libre, con ubicación en el Parque de Invierno, a partir de la planificación medida y atemperada a los accidentes del terreno de una serie de construcciones populares asturianas que no solo servirían para dejar constancia histórica de los modos de vida de nuestro campesinado, sino como lugar de exposición de los productos integrantes de la gastronomía popular asturiana, de tal manera que el vendedor de miel tendría su asentamiento en el cortín; el de pan, en el fornu; el de quesos, en la casería, y así sucesivamente.

No sería, por ello, necesario acudir a la impostura para recrear el ambiente rural. El Parque de Invierno reúne las condiciones óptimas para ser el escenario adecuado a tal fin.

Son muchas las construcciones que encontrarían encaje en este marco natural y que reproducirían fielmente el ambiente rural. La casa, con la eira, el fornu, el llagar, el rabil, el palomar, el corripu pa los gochos y la casería propiamente dicha; el pueblo, con el calero, el potru pa ferrar, la capilla, el abeirigo; el río, con el molino y el batán; el monte, con el cortín y el corro pa les castañes; y la braña, con el corro-vellal y la ol.lera.

¿Y por qué no el pozo lobal, que da testimonio de un modo tradicional, utilizado por el hombre rural asturiano en su enfrentamiento con la naturaleza salvaje que lo rodeaba?

Los cuadrúpedos carnívoros con los que el campesino asturiano ha mantenido una lucha secular (osos, lobos, zorros, linces y tejones) han sido objeto de una persecución, también secular, en la que el hombre ha utilizado todo tipo de armas, artilugios y trampas para darles caza, entre ellos los denominados pozos lobales, también llamados callejos, caleyos y chorcos.

Todos ellos tienen una nota en común: permiten atrapar a los animales vivos. Se trata, con carácter general, de construcciones que constan de un par de muros o empalizadas en forma de ángulo en cuyo vértice se ubica un foso excavado en el suelo. Los muros podían ser de piedra o de madera, con una longitud de varios cientos de metros. Los alimañeros o los propios campesinos con artilugios sonoros iban conduciendo al animal cuya captura se pretendía hacia estas empalizadas y, una vez en ellas, el destino de la presa no era otro que el foso.

El término municipal de Oviedo no fue ajeno a este tipo de construcciones. Tolivar Faes, J. R., en un artículo publicado en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n.º 49, 1963, da cuenta de la existencia de un pozo lobal que comenzaba en el actual Hospital Monte Naranco y discurría por terreno angosto hasta el antiguo Colegio Provincial de Niños, hoy sede de una residencia del ERA.

Es posible a día de hoy visitar el chorco de los lobos de Amieva, que está en perfecto estado de conservación y que nos depara una ruta muy agradable que, comenzando en el Mirador de la Collada, consta de cuatro kilómetros, ida y vuelta, por un paraje envidiable.

El Parque de Invierno, por su ubicación y orografía, reúne las condiciones perfectas para convertirse en un centro de referencia etnográfica. Quizá algún día veamos cristalizar esta idea.



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