Parece que ya interesa poco difundir las noticias sobre los terribles ataques terroristas perpetrados por los yihadistas islámicos en países que no sean los occidentales. Esta semana, concretamente en Bagdad, capital de Iraq, tres atentados acabaron en un solo día con la vida de alrededor de 100 personas y dejaron heridas a otras 200 más.
Las consecuencias de la intervención armada de los Estados Unidos para derrocar aSadam Husein -en base a criterios puramente comerciales y a intereses espúreos que fueron presentados ante el mundo como una auténtica necesidad ante el peligro global que supuestamente representaba el dirigente iraquí y que contó con el apoyo y la colaboración de mandatarios sumisos al sistema como el entonces Primer Ministro del Reino Unido, Toni Blair, o el, en aquel tiempo, Presidente del Gobierno español, José María Aznar (recordar la foto de las Azores)- es una realidad cada día más sangrienta y sin control posible.
En una entrevista concedida en el mes de marzo por el que fuera ministro socialista de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, decía sobre la guerra de Irak: "Ha sido el mayor error estratégico de la humanidad"..."El Oriente Medio actual, desvertebrado, enfrentado, violento, convulso, se produce a raíz de esa intervención ilegal".
Más recientemente, Charles Powell, historiador y director del Real Instituto Elcano, afirmaba contundente: "El mayor error de Occidente fue acabar con el Estado iraquí y no haber sabido crear un nuevo estado viable en Iraq. Eso ha fomentado la guerra entre suníes y chiítas".
Quienes tratan de acallar o de minimizar los atentados yihadistas, cuando no se producen en el entorno de los países considerados de la civilización occidental, son los mismos que con sus actuaciones interesadas propiciaron el auge del terrorismo más atroz y ahora se lavan las manos impunemente.