El creciente número de atentados terroristas perpetrados por criminales suicidas en los últimos años, sin ir más lejos, los de Bruselas y Lahore (siendo asesinados decenas de mujeres y niños cristianos) a lo largo de estas últimas jornadas, viene causando en Occidente horror, incomprensión, desconcierto y una mayor extensión del terror entre sus potenciales víctimas.
El terrorista-bomba es consciente de su inmediata muerte, concebida como medio para causar el mayor daño y terror posibles entre sus enemigos.El terrorista suicida se transforma en una "técnica" más sencilla que otras, pues no es necesario planificar su huida; no en vano, el intento de huida del escenario de un atentado implica, en muchas ocasiones, un altísima posibilidad de caer en manos de sus enemigos, o de perecer incluso. Pero, además, mediante esta modalidad se despliega otra muy estimada función entre los estrategas del terror: la magnificación del atentado. Efectivamente, para la inmensa mayoría de los mortales, un terrorista suicida rompe "esquemas", aterroriza más si cabe, pues pertenece a esa rara y ajena tipología de personas entregadas, dispuestas a dar la vida por la supuesta justicia de su causa.
Algunos investigadores han intentado explicar este comportamiento recurriendo a diversas explicaciones: así-un tópico que circuló abundantemente sin apenas base científica, pero si con mucha fortuna mediática-lo protagonizarían personas coaccionadas de alguna manera; acaso enfermos mentales, o sometidos a un profundo "lavado de cerebro" o profundos creyentes que actúan movidos fundamentalmente por desesperación,para favorecer económicamente a su familia superviviente, o por su ciega creencia en una vida más allá de la muerte, incluso por una incalculable combinación personal de todas ellas.
Hoy día, debemos insistir en la orientación islamista, casi con exclusividad, de esta modalidad tan perniciosa de terrorismo; así su empleo sistemático por Al Qaeda, Estado Islámico y sus filiales regionales y locales. Las respuestas que han encontrado los atentados terroristas suicidas de inspiración islamista en Europa, que han provocado desde la total paralización de la vida cotidiana de la capital de la Unión Europea, hasta un cambio electoral radical en España en su día, únicamente alentarán a otros potenciales terroristas.
Los sensibles abrazos colectivos; los ridículos"actos de resistencia" en cafés próximos a los lugares de los atentados (acaso también por puro morbo) días después de los mismos en París; la ausencia de una respuesta militar contundente; la ambigüedad de no pocas comunidades musulmanas establecidas en Europa; el miedo reverencial a ofender a las mismas por parte de las autoridades nacionales y europeas; y la facilidad con que terroristas y delincuentes del más variado pelaje pueden adquirir explosivos y armas de guerra en el continente y aledaños, trasladándolos con tal impunidad a través del mismo; todo ello indica que seguiremos sufriendo en Europa este tipo de atentados. Preparémonos, al menos moralmente, para ello. Y no olvidemos que un simple cuchillo cerámico en manos de un terrorista puede ser extraordinariamente letal para una ciudadanía acobardada, desmovilizada y privada de consignas adecuadas para afrontar con voluntad de resistencia y victoria una guerra asimétrica de este tipo.