La violencia, venga de donde venga, debe condenarse con toda firmeza, haciendo recaer todo el peso de la justicia sobre los culpables. Deben coordinarse todos los servicios de inteligencia para actuar rápida y eficazmente.
Y, de forma serena, sin pausa, analizar las causas para prevenir nuevos desmanes. Para darse cuenta de que también sobre los fanáticos, racistas y xenófobos debe intervenir con diligencia la ley, porque su comportamiento es esencialmente contrario a la democracia. A quienes enaltecen –como los Republicanos de los Estados Unidos, los partidarios de Le Pen en Francia o los nazis alemanes…- posiciones totalmente adversas al ejercicio de los Derechos Humanos y valores éticos, poniendo en peligro la seguridad y azuzando a los violentos, hay que enfrentarlos sin dilación.
Porque está claro que quien siembra humillación y desprecio es responsable de la cosecha de animadversión y odio.
Ya vemos a que ha conducido la sustitución del multilateralismo democrático por la plutocracia; los valores éticos por los mercantiles; la cooperación por la explotación.
Se requiere, pues, un cambio radical de actitud para poder hacer realidad a escala global la igual dignidad de todos los seres humanos.
Los occidentales que promovieron la invasión de Iraq, basada en la presunción y la mentira, resultando en varias decenas de miles de muertos, mutilados y cinco millones de desplazados; que no supieron coadyuvar en el buen resultado de la “primavera árabe”, desoyendo las voces de tanta gente; que han reducido drásticamente las ayudas al desarrollo en lugar de incrementarlas; y que no ha sabido acoger, como corresponde y merecen, a refugiados y emigrantes; que se olvidan de la Justicia Universal y los más elementales derechos cuando van a negociar con países que se caracterizan por la continua violación de los más elementales Derechos Humanos… deben ahora dar un golpe de timón de gran envergadura, con el apoyo de una inmensa cantidad de ciudadanos que desean contribuir a general horizontes menos sombríos.
“Nosotros, los pueblos…” debemos ahora poner en primer plano de nuestro comportamiento cotidiano, corregir de una vez el genocidio diario de miles de personas que mueren de hambre y desamparo al tiempo que se invierten 3,000 millones de dólares en armas y gastos militares.
Se trata de cambios factibles, como los que ha dado el Presidente Obama en el caso de Irán, tendiendo la mano al islam en lugar de alzarla… y acogiendo a varios millones de inmigrantes…
Insisto en que la única solución es un llamamiento mundial a la concordia, asegurando que en lo sucesivo se adoptarán actitudes totalmente distintas.
Nunca hay que justificar la barbarie terrorista, pero deben evitarse igualmente los aborrecibles comportamientos insolidarios y excluyentes. Es indispensable repensar muy serenamente desde las mismas raíces, para adoptar las medidas curativas y preventivas apropiadas, porque los tratamientos paliativos derivan en reincidencia.
Hace algún tiempo propuse la convocatoria urgente de una Sesión Extraordinaria de las Naciones Unidas para que, todos conscientes de lo que está en juego, aprueben medidas a escala planetaria que permitan “el nuevo comienzo” que promueve la “Carta de la Tierra”. Recuerdo de nuevo que, como ha escrito Amin Maalouf, son necesarias “soluciones sin precedentes para situaciones sin precedentes”.
De otro modo, que nadie se engañe: volveremos a las andadas, a la acción y reacción, a las represalias y contra-represalias…
Vamos, con coraje y lucidez, a cambiar de “rumbo y nave” como propugnaba José Luis Sampedro. La voz de la gente, de millones de personas, debe alzarse ahora para estos cambios. Es necesario una gran movilización en las redes sociales. No seamos más espectadores impasibles. La indiferencia equivale a complicidad.