Visto lo visto

En este mismo medio de comunicación el 16 de enero pasado, bajo el título "La corta XI legislatura", escribía un artículo en el que pronosticaba la imposibilidad de formar Gobierno y, como consecuencia, que estábamos abocados a unos nuevos comicios. El viernes, la segunda votación en el Congreso a la investidura del candidato socialista, Pedro Sánchez, me ha dado la razón. La mayoría parlamentaria le ha dado un "NO" al candidato que, tras la propuesta del Jefe del Estado, ha intentado, por todos los medios y tras semanas de trabajo, desbloquear la situación institucional en la que -después de las elecciones generales del 20 de diciembre último- Mariano Rajoy, con su negativa a la primera propuesta del rey Felipe VI, había metido a nuestro país.
Pedro Sánchez al menos lo intentó y firmó un acuerdo de gobernabilidad con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Ambos, en sus intervenciones en el Parlamento durante las sesiones de investidura, han demostrado que -viendo lo que hay- son los mejores. Y que con sentido común y sentido de Estado, aún con pensamientos y razonamientos ideologicamente contrapuestos, se puede negociar y pactar. Y llegar a acuerdos base para desarrollar en el futuro. Albert Rivera, con su sensatez y su prudencia ha demostrado en estos últimos meses que puede existir en España una derecha avanzada, moderada y moderna; una derecha nueva y, sobre todo, sin vestigios de corrupción.
La derecha de Mariano Rajoy y su banda, cargada de mentiras , corrupción generalizada y sin visos de regeneración, ha llegado hasta donde llegó y ya fue demasiado. Los políticos de esa generación mal acostumbrada y revanchista morirán en la política con las botas puestas, pero no por luchar hasta el final de la batalla sino porque, con el barro hasta la cintura, son incapaces de quitárselas.
La izquierda de Pablo Iglesias y su banda, cargada de teórica y vanidades personales, y con pretensiones hegemonicas de patio de escuela, ya roza el ridículo; quienes, confiados, vean en los actuales dirigentes de Podemos la solución a los problemas de paro, pobreza o desigualdad, tendrán la oportunidad de comprobar en la práctica -si se diera la circunstancia-  para qué sirvió depositar su confianza en ellos. En Grecia ya saben y lo sufren, ahora, el qué les valió confiar en Alexis Tsipras, íntimo y admirada referencia de Pablo Iglesias.
Habrá nuevas elecciones y sobran las bandas extremas. Sería aconsejable , y puesto que se da esta segunda oportunidad, que los votantes concentraran sus votos en un centro amplio y sin mochilas atiborradas de corrupción, personalismos y de odio diferido.



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