El ser humano es complejo, lo que no obsta para que la psicología se haya esforzado en penetrar en los vericuetos de la personalidad del individuo al objeto de reconducirla a unos patrones prefijados. Para ello se ha servido de los llamados eneagramas, que en geometría son una estrella de nueve puntas y, en psicología, un sistema de clasificación a partir del cual se elaboran los eneatipos o estilos de personalidad. La psicología nos observa, identifica nuestras reacciones y nos etiqueta.
Si partimos de la descripción de los eneatipos, el etiquetado de los cuatro protagonistas de nuestra realidad política sería el siguiente:
Pablo Iglesias respondería al eneatipo 3: personas pendientes de su imagen y del éxito; laboriosas, trabajadoras, efectivas e individualistas; por su eficiencia y gran actividad poseen una gran vanidad; suelen conseguir lo que se proponen usando a veces la mentira.
Albert Rivera pertenecería al eneatipo 6: personas con gran afinidad a las normas, a las reglas, por lo que suelen ser muy fieles y leales; se muestran seguros y autoconfiados, sin perjuicio de que interiormente prevalezcan la duda y los miedos.
Pedro Sánchez sería el eneatipo 7: epicúreos, atraídos por el placer y llenos de alegría y ganas de disfrutar; suelen llenarse de planes con mucho entusiasmo; como no se quieren perder nada, tampoco profundizan en nada; disfrutan del presente como nadie.
Mariano Rajoy se incardinaría en el eneatipo 9: personas pacificadoras y mediadoras; no les gusta el conflicto, del que huyen; pueden caer en la pereza; se mimetizan con el entorno y les cuesta afrontar los problemas; son tranquilos y serenos.
Cuestión distinta de la personalidad es el carisma, que se caracteriza por el magnetismo y la capacidad de comunicación y que poco tiene que ver con el liderazgo: Rajoy es líder pero no tiene carisma, Messi es líder y tampoco tiene carisma. Sin embargo, quienes tienen carisma suelen ser líderes: Pablo Iglesias, Ronaldo.
A priori no existe impedimento alguno para que los distintos eneatipos conformen dúos, tríos y hasta cuartetos; tampoco es conocido obstáculo para que un líder pacte con un líder carismático y viceversa.
Las diferencias de personalidad se pueden superar; las de carisma y liderazgo, también. Lo que se puede convertir en obstáculo insalvable es el programa. Y eso es lo que está ocurriendo. El programa de gobierno presentado por Podemos contiene algunas propuestas difíciles de digerir. Es un programa de Podemos, de En Comú Podemos y de En Marea, sin perder de vista a Izquierda Unida y Compromís. El batiburrillo puede ser similar al que ya existe en el Ayuntamiento de Madrid (IU, anticapitalistas, okupas, Podemos, Equo...). El referéndum de Cataluña es insalvable y, en el ámbito doméstico, se condena a Asturias a la ruina al abogar por el cierre paulatino de las centrales térmicas.
No nos extrañaría que Pedro Sánchez hiciera un remake del vade retro (aléjate de mí) y, apelando a la oración impresa en la Medalla de San Benito, formulara un exorcismo: «No sea el demonio mi guía; vade retro Pablo, vade retro Pablo; no sugieras cosas vanas, pues maldad es lo que brindas, bebe tú mismo el veneno».
A todos, a Pablo, a Pedro, a Albert y al presumible sustituto de Mariano hay que sentarlos de nuevo en el banquillo de la democracia, sabiendo, ahora sí con conocimiento de causa, lo que se vota.
No estaría de más que, previamente, los enviáramos a orinar a las cataratas del Niágara para que comprendieran la pequeñez del ser humano.