Rajoy: Fin de ciclo

La historia se repite, aunque los protagonistas se hayan intercambiado los papeles. En junio de 1870, el Gobierno salido de la revolución de «La Gloriosa», trataba de encontrar un candidato para la Corona y hubo que esperar al 3 de noviembre para poder anunciar a las Cortes la aceptación de don Amadeo de Saboya como candidato al trono de España.

En la actualidad es el Rey el que busca un candidato a la Presidencia del Gobierno. Esperemos que no haya que esperar cinco meses para encontrarlo.

Tal como se están desarrollando los acontecimientos, no habría que dilatar la elección ni una semana más. Rajoy ha quedado deslegitimado para ser candidato, para aunar en torno a su figura una mayoría que le dé la Presidencia del Gobierno.

El crecimiento económico y del país al 3,2% y la notable disminución del desempleo se han ido por el desagüe a consecuencia de los escándalos de corrupción que se han destapado en la Comunidad Valenciana. Nadie querrá pactar con Rajoy; está contaminado.

El Partido Popular debe proceder a una renovación total. Cuando las cámaras hacen una pasada por los escaños del partido en las Cortes Generales, seguimos viendo a la misma gente de siempre, y si ese visionado se extendiera a las comunidades autónomas, la impresión seguiría siendo la misma.

¡¡¡MANOLO!!! Ese grito de guerra proferido por Celia Villalobos para llamar a su chófer es toda una muestra de la patrimonialización de los recursos públicos por los diputados perennes.

Y no en este caso, pero sí en otros, ahí está el origen de la corrupción. Los que permanecen legislatura tras legislatura en sus cargos llegan a considerar la Administración como algo propio y la gestionan pro domo sin el menor recato.

Dice Rajoy que él no es culpable de estos casos de corrupción, pero sí lo es, aunque solo sea por alcance y por culpa in eligendo, porque, al final, quien aprueba las listas electorales es el Comité Electoral Nacional, que no mueve un dedo sin que lo sepa el Presidente Rajoy.

El Partido Popular no presta la debida atención a las listas electorales. No examina a los candidatos. Se limita a asumir aquellas propuestas que emanan de los comités locales sin profundizar en el examen de la idoneidad de las mismas. La tendencia siempre es a mantener a los de siempre, y a los de siempre les da tiempo a tejer una red de intereses que desemboca, ineludiblemente, en corrupción.

Dice Rajoy que la solución la tiene Pedro Sánchez, pero la solución la tiene el propio Rajoy, que por el mismo sentido patriótico y de responsabilidad que exige al candidato socialista debería retirarse de la pugna por la Presidencia y ceder sus votos a Sánchez para que, conjuntamente con Rivera, puedan conformar un gobierno estable a resguardo de los independentistas.

Con ese gesto, Rajoy pasaría a la historia con una cierta legitimidad que hoy no tiene.

Si tal alternativa resultara fallida, también Sánchez debería renunciar y dejar vía libre a un nuevo proceso electoral que despeje el horizonte.

Rajoy ya inició su camino hacia la tumba política cuando declinó la propuesta que le hizo el Rey para ser candidato a la Presidencia del Gobierno. Alguien debería haberle recordado aquél famoso libro del barón de Andilla que recogía las máximas de cortesía en verso, una de las cuales decía: «No te opongas jamás al ritual, porque eso siempre sale mal».

 

 



Dejar un comentario

captcha