¡Y que Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, nos proteja!
Sobre lo del eros de Benedicto XVI, que no es el de Apuleyo ni el de Plotino ni el de Freud, el Papa Francisco aún no ha dicho o escrito nada; es natural. Francisco es un padre jesuita. Lo que es un simple adjetivo que califica, jesuita, resulta que, en este caso, es mucho más, es un sustantivo de mucha sustancia: un padre jesuita es un padre muy especial, original, al que lo del eros no va, no va, no puede ir con él (el agapé es otro asunto). San Ignacio de Loyola, Padre y Maestro, aquello (lo del eros), no lo perdonaría.
Por tanto, para descubrir al Papa Francisco, hay que partir del hecho de que se hizo jesuita; que es de la Orden de los jesuitas y que batió el record de ser el primer jesuita elegido Obispo de Roma. Y lo de jesuita admite muchas definiciones o caracteres. Ahora y aquí, nos interesa una: un jesuita es una paradoja. El Papa Francisco, en cuanto jesuita, es, pues, una paradoja, es un ser paradójico, un Homo paradoxalis.
Tan atrevido atributo requiere con urgencia y a toda prisa aclaraciones, partiendo del dato esencial e inicial de que los paradójicos nunca se ven tales; se suelen ver, a contrario, superlativos de lo opuesto, o sea, muy coherentes. Con este inconveniente de salida, -me da igual, soy comprensivo- iniciamos la andadura con la prisa antes indicada, y a manera de un cuadro sinóptico:
A).-Lo de la paradoja y lo paradójico es muy complicado, pues es una categoría compleja de la Lógica y muy discutida (los que quieran iniciarse en su conocimiento debería estudiar el libro de Roy Sorensen Breve historia de la paradoja. Filosofía y los laberintos de la mente. (Ed. Tusquets, 2007), que en la página 13 dice: “las paradojas son preguntas que nos dejan suspendidos entre demasiadas buenas respuestas”. Aquí, para no enredarnos –la cosa es muy complicada- nos limitaremos a contraponer lo paradójico a lo no contradictorio; aquello que está en discordia con eso tan aburrido que es el sentido común.
B).- De ninguna manera es de admitir la disyunción con la que el belga Jacques Claes, profesor emérito de Filosofía y Psicología de la Universidad de Amberes, tituló su libro, en lengua flamenca, Homo sapiens of homo paradoxalis. Es justamente lo opuesto, pues a mayor sabiduría, mayores paradojas. La condición paradójica es propia de los muy inteligentes, y hay que ser muy inteligente para que las paradojas sean “fetén”. Los jesuitas, por sus estudios, mantienen el liderazgo intelectual y la excelencia en la Iglesia. Otros bajaron, algunos en picado.
Las paradojas de los jesuitas son herencia, genética, de Eneko, Íñigo, Ignacio de Loyola, Padre y Prefecto, que fue de los tiempos antiguos (Edad Media) y de los Nuevos (Edad Moderna) ¡Qué atinado estuvo don Miguel (Unamuno) al escribir la Vida de don Quijote y Sancho y acordarse tanto de Ignacio de Loyola, lector como Don Quijote de libros de caballerías! Un San Ignacio, predicador en palacios y en casas señoriales y predicador a la plebe desde lo alto de un ciruelo; que fue un reformador y estuvo a la cabeza de la contra-reforma; un disciplinado “militar” pero que descubrió eso tan poco militar que es la grandeza de las conciencias individuales.
Los hijos, los jesuitas, que no gustan de clericalismos, pero que levantaron el gran monumento barroco que es La Clerecía de Salamanca; que no paran de hablar de la obediencia al Papa y resulta que a los papas traen a mal traer por “desobedientes” (episodios con Pablo VI y Juan Pablo II). Que gustan de la em-patía y de la sim-patia y que pueden ser de una distancia y frialdad gélidas (que quieran ahora que se les llame Lolo, Chencho o Patxi, o que lleven pulseras de trapos deshilachados, es un complemento circunstancial: asunto de la pastoral juvenil o cultura de ONGs). Y de la alfa a la omega: Misión aquí y Reino allí, que se busca aquí lo de allí.
Y que el pincel para el arte de los Ejercicios Espirituales sea el discernimiento, no es contradictorio -en esto no hay paradoja-: la preocupación ¿obsesión? por el discernimiento, es natural y exclusivo de seres paradójicos, en continua pugna con el común sentido. De ahí que en las comunidades o “casas” de jesuitas, el superior sea un primus inter impares. Esto, los frailes de la Orden de Predicadores, los del sermo, tan críticos con aquéllos, no lo entienden.
EL Papa Francisco es paradójico como sus hermanos de Orden. El lema papal ya lo es: Miserando atque eligendo; vio en el Palacio Apostólico (tradicional residencia papal en el Vaticano) un “embudo al revés”; calificó a los mismos jesuitas de descentrados; se declaró autoritario y también de consultar demasiado. Es Francisco un impaciente y no para de predicar la paciencia y que lee a Dostoyevski, que es interminable y que lee también los Evangelios que son cortitos. El leer a Dostoyevski, su Diario de un escritor (Dnevnik Pisatella), es esencial para entender, en Roma, al laberíntico Patriarcado Ortodoxo de Rusia (esta semana en especial de rezos por la unión de los cristianos); y un Dostoyevski que repitió: “No sabéis nada de nosotros, ni de nuestra historia”; al jesuitismo calificó de “recóndito”.
Por tanto el Papado paradójico de Francisco es y será una novedad en la Historia Contemporánea del Papado, del cual puede resultar lo uno o lo otro. Un Papa “pastor y paradójico”, que, por esto último, hace difícil lo tan conservador que es “el a qué atenerse”. Normal que monseñores de aquí y de Roma, tan rectilíneos, ante un Papa tan curvilíneo, estén inquietos; es normal que los más tentados por la “voluntad de Poder”, estén agazapados como tortugas bajo su caparazón esperando que...
“Mi bendito Benedicto” de Papa paradójico, nada de nada. Asunto diferente es que haya sido un Papa “trapecista”, como tendremos ocasión de demostrar en parte sucesiva (la 4ª,5ª o 6ª, que no sé cuál). A los teólogos les suele pasar eso: hacer piruetas en el trapecio, que nada tienen que ver con las paradojas. El homo oestheticus” de Benedicto XVI es ajeno a lo jesuítico y a Francisco, lo que se declara con dos reservas: a): No se duda de la afición de Francisco a Mozart o que casi levite escuchando la Pasión según San Mateo de Bach. B) La indiferencia estética de San Ignacio y sus discípulos no significa ignorar la gran aportación al Arte de la Compañía de Jesús (Hace varios años, el Padre Teodoro García Testalayo S.J., por Navidad, me regaló el libro El arte y la Compañía de Jesús, que tanto alumbra a mi pequeña biblioteca).
Aunque ya salió Benedicto, para volver a él, como Dios manda, Von Balthasar, aristócrata y sabio de inmensidades, nos es trampolín de mucho impulso. Fue jesuita Balthasar y dejo de serlo por ser muy de la estética y de lo Bello, también pianista de piano de cola (aquí nos remitimos a la 1ª parte) –y siempre sacerdote-. Tuvo Balthasar la suerte de haber sido fecundado por la sabiduría de Adrienne von Speyr ¿De dónde salió lo de que el hombre siempre es el fecundador y que las mujeres siempre son las fecundadas? ¿De dónde salió lo de que las mujeres sólo son receptoras y los hombres los dadores?
El haber prescindido el catolicismo romano de la ciencia de las mujeres fue y es de un derroche tremendo, tremendo. Ese es uno de los núcleos de “sus problemas”, que van desde confusiones en la identidad estructurante (la sexual) a su estructura jurídica arcaica por gerontocrática. A propósito: en el Evangelio del jueves último (día 21) se lee que Jesús “encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha”; y una lancha está pintada en la Sala Clementina, lugar donde el Papa recibe los saludos navideños de los ancianos cardenales. Pregunto: ¿Cuántos longoevi cardenales podrían preparar la lancha que la tienen en la Sala tan a la vista?
El concepto esencial en la teología de von Balthasar que es “la figura” nos da la mano para pasar a Ratzinger, en el que “la forma”, por homo oestheticus, es esencial (y volvemos a Spranger (2ª parte). La forma también es categoría esencial en la Teología, la Filosofía y el Derecho. Fascinante tal palabra: de forma se pasó a formoso y luego a hermoso. Resulta que a los educadores de novicios de los jesuitas se les llama formadores. Y que al Cuerpo de Cristo, la hostia, se la denomine la Sagrada Forma.
La forma tiene dos poderosos enemigos: los anti-formalistas y los pro-formalistas que se exceden con las formas, excesivas. ¿Habrá sido Benedicto XVI alguna vez de estos últimos? No precisamente en la renuncia al Ministerio Petrino, de mucho interés jurídico, que analizaremos en parte posterior, formalizada con cumplimiento riguroso de la ley canónica.
Y antes de terminar esta parte (3ª), una declaración: quien esto escribe siente cariño a Benedicto XVI y palpita de admiración al Papa Francisco. El proceso intelectual es tasado y taxativo: primero pensar mucho en la persona, de ello nace la admiración (puede no nacer), de cuyo parto resulta más tarde el cariño (puede no resultar). Está acreditado que sin admiración previa, el cariño no “sale”, queda obstruido.
Las claves de lo escrito deben darlas las lectoras /es o los que lo interpreten (mediadores), nunca el autor. Pero toda regla general tiene excepciones tasadas, y como excepción se dio una clave: la del párrafo anterior.
Esta 3ª parte se escribió sin acompañamiento musical, que San Ignacio, de músicas, de coros y orquestinas, muy poco.
(Continuará)
EXPLICACIÓN DE LAS FOTOS:
El Santo jesuita de la foto es Francisco Javier, que está en una iglesia que fue de jesuitas y que ya no es; hay también una reliquia del Santo, cuyo apellido figura en el Castillo de Javier Esa iglesia es muy importante para el autor, pues en ella fue bautizado y se confirmó. También cayó por las escaleras de caracol y a punto estuvo de romperse la crisma portando los crismas.
Ejemplar impresionante del libro regalado.
Cúpula de La Clerecía de Salamanca, que también fue de jesuitas. La foto se realizó subido el fotógrafo, que es el autor, al peligroso tejado.
El color rojo cardenalicio es el oscuro objeto del deseo. El color negro, que acompaña, es signo.
La fotografía del Papa Benedicto fue realizada por el autor con ocasión de una Audiencia General, un miércoles de septiembre de 2011.