Tenerlo todo y querer más o redistribución de la riqueza

La concentración de la riqueza a nivel global ha conseguido que el 1% más rico de la población mundial acumule más riqueza que el 99% restante. Una concentración que sólo tiende a acelerarse.

Un pequeño puñado de grandes oligarcas financieros -banqueros, ejecutivos de grandes corporaciones y sus élites políticas- que sólo son el 1% de la población mundial, se dispone a concentrar la mitad de la riqueza del planeta.

Mientras una de cada nueve partes de la humanidad, 795 millones, carece de alimentos suficientes para comer y pasa hambre, y más de 1.000 millones de personas viven con menos de 1,25 dólares al día, la fortuna de las 80 personas más ricas del planeta -los mega-ricos que caben en un autobús londinense- se ha duplicado entre 2009 y 2014, y ese lujoso autobús posee tanto como 3.500 millones de personas.

La tendencia a la concentración de la riqueza en menos manos se acelera cada año que pasa. Si el 1% más rico poseía un 44% de la riqueza mundial en 2009, en 2014 ya concentraba el 48%. A este ritmo, para el año 2016 habrá alcanzado el 50%.  En 2014, los selectos miembros de esta élite del 1%  tenían de media una riqueza de 2,7 millones de dólares por cabeza.

Tal proceso de concentración de la riqueza no es en modo alguno espontáneo, imparcial, objetivo ni determinado por las asépticas leyes de la economía. Las élites dedican enormes recursos y esfuerzos a que los decisiones globales se diseñen de acuerdo a sus necesidades e intereses.

El 20% de los mil-millonarios tiene intereses en los sectores financiero y de seguros, y vieron cómo su riqueza aumentó un 11% en los doce meses anteriores a marzo de 2014. El valor neto de la riqueza de los mil-millonarios con intereses en los sectores farmacéutico y sanitario aumentó un 47%. En 2013, estos sectores de actividad emplearon más de 1.000 millones de dólares en financiar ejércitos de lobistas para influir sobre las políticas que se deciden desde Washington y Bruselas.

En cuanto a nuestro país, España es el segundo país más desigual de Europa, tan sólo por detrás de Letonia, fruto entre otras cosas de un sistema fiscal que funciona como un paraíso fiscal para bancos, monopolios y grandes fortunas, mientras que grava férreamente a las clases trabajadoras, a autónomos y pequeñas y medianas empresas.

Recortes Cero vuelve a afirma con total claridad que sólo con una redistribución de la riqueza se puede dar un cambio de verdad para el 90% de los españoles y andar un camino de progreso para España.



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