…¡Oh, quién puede dormir mientras arde Troya!
(Hermann Broch La muerte de Virgilio)
La producción y el saber teológicos de Hans Urs von Balthasar fueron calificados de enormes, incluso en la parte de Teología fundamental. La aportación de Joseph Ratzinger hubiese sido mayor y mejor, si su dedicación pastoral y de gobierno, desde 1977, no le hubiesen hecho “perder” muchas horas al estudio e investigación. ¡Qué líos y qué de horas con los zascandileos o zancadillas de los de Lefebvre o con los misterios de lo de Fátima!
Para colmo, Ratzinger alcanzó lo sumo, de mucho jaleo y trifulca: llegar a ser Romano Pontífice, o sea, cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal en la tierra.
Gobierno, forma de mandar, y Ciencia, forma de saber, son una pareja inestable por imposible.
Ratzinger no pudo escribir un tractatus o un magnum opus como Balthasar, haciendo de la categoría de la Belleza un trascendental teológico, con apertura de vías excelsas e insospechadas para el conocimiento y contemplación de Dios –que eso es ser teólogo y no sólo el que sabe de “cosas” de teología--, sí escribió (Ratzinger), por el contrario, maravillas, tales como: “La prueba de Dios es la belleza”, “la belleza es prueba viviente de la fe o signo luminoso de Dios y Su manifestación o epifanía” (Coloquio con los sacerdotes en la Catedral de Bressanone, al pie de los Alpes, el 6 de agosto de 2008). Y lo quiso dejar muy claro, a manera de advertencia: “La búsqueda de la belleza de la que hablo, evidentemente no consiste en una fuga hacia lo irracional o en el mero esteticismo” (Discurso de Benedicto XVI en la Capilla Sixtina el 21 de noviembre de 2009).
Eros
Y añado: Belleza, atributo de lo divino (concepto teológico) que puede estar en las grandes obras del Creador –arts infinita- y de los creadores (catedrales, letras o números, lienzos, piedras, partituras y canciones) y también puede estar en la debilidad –debilitas-, que es esencia de la condición humana (Hans Blumenberg).
Mucho más que como anécdota, procede recordar que Simone Weil, francesa, judía y cristiana -para unos la mayor mística del siglo XX y para otros una anarquista revolucionaria-, en sus Lecciones de Filosofía del Curso 1933-1934 (Instituto de Roanne), enseñó: “La belleza es la eternidad sensible”, “la belleza es, como enseñó Platón, una encarnación de Dios” y “lo bello es la prueba experimental que la encarnación es posible” (Leçons de Philodophie de Simone Weil (Ed. Plon 1989, con prefacio de Jean Guitton, amigo laico y confidente de Pablo VI).
Esto, lo de la apoteosis de la belleza, suena asimismo a muy germánico, existiendo también en esto –en el germanismo- diferentes grados; no es lo mismo el “radical” de los del Norte o Prusia, como el de Goethe (“Todo es sím-bolo”, escribió), Nietzsche o Lutero (El Papa, en su visita a Erfurt en 2011, le atribuyó una pasión profunda: Dios), no es lo mismo –repito- que el germanismo atenuado de los del Sur, como von Balthasar (suizo de lengua alemana) o Ratzinger (bávaro). Goethe y Nietzsche hicieron de la estética una locura, una diablura. El Fausto (vendido a Mefistófeles) de Goethe es un drama de “ascensión hacia la naturaleza, la sensibilidad y la belleza” (George Santayana, Ed. Tecnos 1995, pág. 105), y un Fausto que tanto recuerda al bíblico Libro de Job, de muy frecuente compañía y de lectura -leer es releer, que siempre lo pensé-.
Agapé
Dos precisiones: a) En el trascendental asunto de la estética, la belleza y el arte, no se debería olvidar que por ahí también ronda y transita la maldad y la malignidad satánicas. Esto es importante, que no olvidamos, mas ahora lo aparcamos y remitimos a lo último publicado, el Diccionario amoureux del Diablo, de Alain Rey (Ed. Plon 2013, pág. 91 y ss). Y b) Respecto a Prusia y lo prusiano, por ser muy poco conocido, recuerdo que el 25 de febrero de 1947, el Consejo interaliado, que entonces administraba la ocupada Alemania, anunció: “El estado prusiano, encarnación del militarismo y de la reacción, ha cesado de existir en los hechos”. No estuvo mal lo de los aliados.
La pretensión de brujería, magia y alquimia de algunos prusianos, de hacer de sus vidas una obra de arte, jamás la tuvieron ni Balthasar ni Ratzinger, que siempre trataron de circular por lo divino y no por lo demoníaco, tan lindante. Eso no impidió a ambos, de manera distinta, tratar de alcanzar un “modo de vida” estético: no como efecto buscado, con causa ad hoc, sino como resultado producido y –digamos- que descontrolado.
Vendría muy bien, en cualquier circunstancia, no desdeñar lo que dijo la Hermana María Cristina, abadesa y benedictina, también francesa: “Toda vida, cualquier vida, es un misterio; toda vida, cualquier vida, es una historia sagrada”. Sí, sí, efectivamente, lo último es muy cristiano y judío, y también es una pretensión equivocada o dislate intentar hacer de la vida una obra de arte, lo cual suele, como en carambola de billar, dislocar hacia lo feo y ad efesios. El Papa Francisco, en la Homilía (Epifanía) del miércoles de esta misma semana, dijo: “Nos empujan –los tres Reyes Magos- a escrutar con pasión el misterio de la vida”; antes habló de lumen y splendor.
"Goethe también está en mi sitio de trabajo"
Recordé (1ª Parte) haber visto la revista “Communio” en un Seminario de Facultad de Derecho (Oviedo); ahora recuerdo haber comprado, en años juveniles, un libro iniciático, fundamental: Formas de vida de Eduardo Spranger (Selecta de Revista de Occidente, 6ª Edición). Para Spranger, si lo estético es “expresión-impresión con FORMA” (pág. 205), el homo oestheticus “en cada trozo de vida está el alma entera como una fuerza que da forma, color, emoción y ritmo”, con resultado de individualidad, genialidad inconsciente, voluntad de forma y de lo erótico. Todo congenia con la personalidad de “mi bendito Benedicto”. ¿También lo erótico? preguntarán muchos, pues también –respondo-. A ello vamos a continuación.
Benedicto XVI, en su primera carta-encíclica Deus caritas est (2005) enseñó que el Nuevo Testamento nunca emplea la palabra eros –usa la de agapé- , y trae a colación a Nietzsche precisamente, por haber escrito que el cristianismo dio de beber al eros un veneno. El Papa se preguntó: ¿el cristianismo destruyó al eros? Y respondió lo importante: “de ninguna manera”.
Teoriza el Papa sobre el eros, que califica de vehemente y ascendente, “que quiere –escribe- remontarnos en éxtasis hacia lo divino y llevarnos más allá de nosotros mismos, insertando el momento del agapé en el eros inicial”, “eros de Dios para con el hombre, que es a la vez agapé”. Vuelve el Papa a ello en el Mensaje con ocasión de la Cuaresma de 2007: “Eros que denota el amor de quien desea poseer lo que le falta y anhela para unirse con el amado”. Aquí ¡atención! está la Mística y lo místico...¡Ufff!
En la Encíclica posterior Caritas in veritate (2009), sólo queda el agapé, pero permanece lo estético: Veritas y splendor de la Caritas.
¿Es pensable que Pio XII, hierático y gran jurista –el Papa del pajarito amarillo, il canarino, hablase o escribiese del eros? (que sor Pasqualina mandase mucho, es, tal vez, anecdótico). ¡Qué esclavitud, la de Pablo VI, permanentemente acosado por la angustia, cómo para liarse además con lo del eros! Y lo más erótico de Juan Pablo II fue aquello de que era “un atleta de Dios”. Sí, efectivamente, mucha VIDA, “Humanae vitae” de Pablo VI (1968) y “Evangelium vitae” (1995) de Juan Pablo II, pero del eros, silencio.
Monja benedictina, maronita y libanesa.
Pavor y sudores provocarían a los obispos –incluidos los españoles tan “porcelanosos” o de porcelana- escribir la palabra eros. Miedo nunca es prudencia. En el Evangelio leído el viernes día 8, ayer, se dice: “En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor, y empezó a enseñarles muchas cosas…” ¡Qué dolor, qué dolor, qué incomodidad, más para algunos que para algunas!
Rebus sic stantibus y llega un Papa esteta y teólogo, y en pirueta, como de trapecista (acrobacia preciosa y atrevida en las alturas) -esto ya lo vimos y escribimos hace años y a ello volveremos en parte posterior-, escribe mi bendito Benedicto, con suma y sublime coherencia, sobre eso tan sustancialmente humano como es el eros, casi tanto como la debilitas.
Y sobre esto, el jesuita Papa Francisco….
(Continuará)
Esta vez, en horas saturnales, la compañía fue de una monja benedictina y libanesa. Los cantos maronitas de Sor María Keyrouz movieron e hicieron danzar al plumín, al plumín de la estilográfica.
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La tercera parte (3ª) se publicará el día 23 próximo, no el 17, pues esa semana y día será para escribir y publicar en prensa escrita y aquí, en lo digital, un artículo que se titulará “Los pavos”, que nada tendrá que ver, nada, con Dios ni con papas. Sí, por el contrario, con pavos, sean reales o no reales.