Durante los últimos meses se ha hablado mucho del TTIP, el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión: a qué afectaría, qué consecuencias tendría, etc. Pero todo se queda en análisis más o menos etéreos, y parecen elucubraciones sobre asuntos que aún resultan lejanos e irreales.
Bien, traigamos el TTIP a un ejemplo real que podría darse en España y Europa.
La empresa canadiense TransCanadá, dedicada a la construcción de oleoductos y otras infraestructuras energéticas, amenaza con llevar a EEUU ante un tribunal internacional si no es reparada con 15.000 millones de dólares por el la paralización del oleoducto Keystone KL.
El presidente Obama vetó el oleoducto el pasado mes de octubre. Se trata de un éxito incuestionable del movimiento ecologista por detener la expansión de los combustibles fósiles, ya que el petróleo procedente de arenas bituminosas es peligroso y supercontaminante. Se extrae de la provincia de Alberta (Canadá), empleando minería a cielo abierto y devastando el bosque boreal, que todavía se conservaba intacto en aquella región del planeta. Este petróleo de tipo no convencional emite a su vez un 23% más de emisiones de gases de efecto invernadero que el petróleo convencional.
El oleoducto paralizado hubiera transportado el petróleo extraído en Alberta a miles de kilómetros, hasta el Golfo México, donde se encuentran las refinerías de las que parte el petróleo que se exporta a Europa, mercado necesario para mantener las inversiones y la viabilidad de la explotación.
Por suerte, Obama paralizó este despropósito.
O no. Porque las grandes empresas, gracias a los acuerdos de libre comercio, pueden conseguir mediante tribunales opacos lo que las sociedades y los gobiernos democráticos rechazan. Así, TransCanadá exige al Gobierno de EE.UU. 15.000 millones de dólares. No importa que el objetivo sea evitar el calentamiento global o los impactos ambientales cuando se pone en riesgo una inversión presente o futura de una gran compañía. Teniendo en cuenta que entre las compañías más ricas del planeta se encuentran las vinculadas a las energías fósiles (petroleras, mineras, energéticas,..etc.) no resulta extraño que sean las que más presionan para que los gobiernos firmen este tipo de acuerdos. Al fin y al cabo, son las que luego más rentabilidad y beneficios obtienen.
Esto es un ejemplo de lo que podría ocurrir si finalmente la UE firma sendos acuerdos de libre comercio con Canadá (CETA) y EEUU (TTIP). De hecho, la simple negociación de estos acuerdos ya supuso el abandono de una Directiva Europea que pretendía hacer que los combustibles de automoción consumidos en Europa fueran más limpios, precisamente porque perjudicaba los intereses relacionados con el petróleo de arenas bituminosas, tras los que también se encuentra Repsol, entre otras muchas compañías más.
Por esta razón debemos oponernos a la firma del tratado de libre comercio con EEUU, el TTIP. Greenpeace trabajará con los cientos de organizaciones sociales y ecologistas de toda Europa que se oponen al tratado, y junto a ellas haremos campaña para evitar que vea la luz. Especialmente por sus graves implicaciones medioambientales, ya que firmar este acuerdo implica, entre otras muchas cosas más, someter los intereses sociales y ambientales al beneficio de las grandes empresas energéticas,. Y esto no resulta compatible con el umbral de 1,5 ºC de incremento de temperatura acordado en la última COP de París.