Ahora que la alegría nos invade y que la esperanza colma y llena nuestros corazones, pues nos ha nacido el Salvador, también es el momento de la gratitud, de la memoria del corazón, hacia aquellas personas que aunque no están con nosotros- uno por sí mismo logra poco en esta vida, casi diría nada- su recuerdo nos acompaña , va con nosotros, nos alienta y estimula. Si es útil la lectura de biografías de personas relevantes que nos alientan con su ejemplo, tanto más lo es aún evocar a aquellos que han dejado una huella, unas buenas páginas en el libro de nuestra vida.
Aún perduran en mí aquellas sabias palabras del profesor que estimulaba a sus alumnos para que su vida tuviera sentido y les recordaba la angustia de aquel joven accidentado, que en los últimos momentos de vida y con palabras balbucientes se lamentaba de morirse con las manos vacías. Hoy, en la sociedad del espectáculo, donde los rayos y relámpagos del éxito convierten a muchos jóvenes en juguetes y cacharros rotos, marchitos y desesperanzados, utilizados por el Poder en su día, para arrojarlos después a la depresión, cuneta y muerte, viene bien recordar que, afortunadamente, son más las personas sencillas, discretas, que con su trabajo y perseverancia ponen el ladrillo de la felicidad, de la dicha, que permite que el edificio humano tenga la fortaleza y solidez que la sociedad necesita y soporte los vientos huracanados que la propia sociedad, egoísta y cambiante, genera.
De entre esas muchas personas que con su conducta y trabajo han contribuido a crear una sociedad más humana, más humilde y honesta, hoy vienen a mi mente cuatro personas muy vinculadas a Siero y que coinciden entre sí en dos aspectos: a) Han sido presbíteros, sacerdotes, predicadores de la Buena Nueva, del Mensaje de Salvación y b/ De los cuatro, tres han sido llamados a la Casa del Padre en Navidad, y el otro, Don Juan Bautista Älvarez, próximo a la misma, en Adviento o Preparación de la misma, un 29 de noviembre de este año.
Me refiero a don Belarmino García Roza, con calle en Pola, capellán de las Monjas del Asilo, que facilitó que todos hiciéramos el Viaje a Tierra Santa, sin salir de aquí, gracias a su documentado Belén. He tenido el privilegio de visitarle en la Residencia de Ancianos de Oviedo- la de aquí estaba en obras por el incendio- un día antes de su fallecimiento, en la Nochebuena de 1.991, y el halo de tranquilidad y santidad que exhalaba su persona nunca se me olvidará. A Don Belisario Pérez, párroco de Feleches durante décadas, persona sencilla y humilde, ejemplo de honestidad y piedad, que también falleció en la Nochebuena de 1.999, y enterrado en un invernal día de Navidad en su parroquia natal de Illas, donde no sólo cimbreaban los árboles, sino también la luz de la Iglesia que se iba por momentos. Y por último, este año 2015 y en el plazo de un mes, fallecieron don Juan Bautista Älvarez, párroco de Pola de Siero durante más de veintiún años, persona muy comprometida en lo humano y que fiel al axioma de que todos los oídos oyen, preparaba unas homilías muy bien argumentadas y documentadas donde se aunaba la reflexión, la fe, la vivencia humana y el camino de mejora; y por último, hace escasamente una semana, en plena Navidad, concretamente el pasado 28 de diciembre fallecía en la Casa Sacerdotal de Oviedo don Gumersindo Moro, párroco de Lieres durante más de treinta años, y a quien siempre agradeceré su respeto por la Liturgía, su delicadeza al celebrar la Santa Misa, y el mimo y fervor que ponía por que la Novena y Fiesta de la Virgen de la Salud estuviera al nivel de su Patrona.
Desconozco los motivos que han llevado a mi mente a evocar a estas personas que tanto bien nos han hecho, a tenerlos presentes en estas fechas tan entrañables, pero intuyo que Dios quería celebrar la Navidad en su compañía, y creo que esto es bastante motivo para reconocerlo y pedirles que desde allí se sigan acordando de nosotros, sus feligreses, y que nos echen un clave, que quizás lo vamos a necesitar.
PD. “Evangelio de San Juan 1,35-42: Maestro - ¿Dónde vives?...Vengan y lo verán.