Es apremiante tomar medidas a tiempo para detener el progresivo deterioro de la habitabilidad de la Tierra y de las condiciones de vida de buena parte de los seres humanos. De otro modo, podrían alcanzarse puntos de no retorno que afectarían irreversiblemente el legado de las presentes generaciones a las siguientes.
Por primera vez en la historia, las actividades de nuestra especie -¡capaz de pensar, de imaginar, de anticiparse, de crear!- pueden afectar el entorno ecológico de forma irremediable. Quieran o no reconocerlo algunos obcecados e ignorantes cortoplacistas, nos hallamos en el antropoceno: el formidable tesoro de la naturaleza que nos circunda está en peligro. Debemos reaccionar sin dilación.
Y está en gravísimo riesgo la propia vida de muchísimos niños, mujeres y hombres por la obstinada e inadmisible insolidaridad de los más encumbrados y privilegiados, que cuentan y recuentan sus muertos pero no prestan la mínima atención a los ajenos. Miles de personas mueren de hambre todos los días –no me canso de repetirlo- al tiempo que se invierten más de 3.000 millones de dólares en armamento y gastos militares para garantizar la seguridad de un 20% del conjunto de la humanidad.
Sin embargo, no hay fondos para contribuir al desarrollo sostenible y sostenido de los países más necesitados. El neoliberalismo sustituyó la cooperación por la explotación, las ayudas por los préstamos, los valores éticos por los bursátiles y las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G7, G8, G20). ¿Cómo puede pretenderse que 7, 8 o 20 países ricos tomen en sus manos la gobernación de más de 190 Estados? Y, no obstante se aceptó. Como se aceptó que, en una Unión Europea monetaria, los “mercados” nombraran directamente y sin urnas a los gobiernos de Italia y Grecia… ¡cuna de la democracia!
Una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra sigue aumentando las desigualdades sociales y ocupando cada rendija de otros sistemas alternativos que emerjan. Si la prima de riesgo –paralela a la mayor precariedad- sigue orientando los pasos de la economía en lugar de hacerlo los “principios democráticos” que con tanta lucidez establece la Constitución de la UNESCO, los grandes consorcios no cesarán de progresar y marcar el paso de un sistema que, en particular desde la década de los 80, marginó al multilateralismo democrático, y que ahora, urgidos ante el abismo de situaciones sin regreso, es preciso reponer sin demora.
A este respecto, hemos propuesto (https://declaracionconjunta.wordpress.com/ ) una sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas para adoptar las pautas correctoras adecuadas que todos acepten porque a todos afectan, con sólo tres puntos en el “orden del día”: extrema pobreza y flujos migratorios; medio ambiente; conflictos bélicos y amenaza nuclear.
Esto es lo que, con grandes clamores populares, deben reclamar quienes ahora –recordar en España el 15-M- ya pueden expresarse libremente. Hasta hace dos décadas, éramos invisibles, silenciosos, atemorizados espectadores de lo que acontecía. Ahora, gracias a la tecnología digital ya podemos hacernos oír y escuchar, ya tenemos conciencia global, ya somos ciudadanos del mundo. Ya la mujer, piedra angular de la nueva era, puede participar en la toma de decisiones con sus facultades inherentes.
Pero los medios de comunicación no pueden seguir siendo en una proporción que se está haciendo excesiva, “la voz de su amo”. No pueden seguir sin alarmar como corresponde cuando notifican, de pasada, los altos grados de contaminación que ahora mismo se están viviendo en ciudades como Milán, Pekín, o Madrid. Ni ignorar que hace unas semanas tuvo lugar en Barcelona la reunión anual de Premios Nobel de la Paz, diez personas y diez instituciones galardonadas que, con una clarividencia extraordinaria, reclamaron la atención del mundo –desde la ciudad que, entre otras cosas muy positivas, me inculcó de joven el refrán marinero que dice “nunca hay buen viento para quien no sabe a dónde va”- hacia las urgentísimas decisiones que deben adoptarse imperativamente (http://barcelona.nobelpeacesummit.org/ . Pusieron de manifiesto la insolidaridad actual y avalaron que el año 2016, a propuesta del IPB (International Peace Bureau), sea el año del “desarme para el desarrollo”.
Exijamos todos que 2016 sea el principio de la reducción de la locura del armamentismo en favor de la cordura del desarrollo. Tal como están las cosas, apoyar por el Estado la venta de automóviles que no sean híbridos o eléctricos, es un auténtico dislate. Seguir adquiriendo productos de firmas como la Volkswagen, cuyo comportamiento ha sido deleznable, es incomprensible. Como lo es seguir favoreciendo el crecimiento de firmas manifiestamente insolidarias.
Sí, ahora es inaplazable levantar la voz y corregir las tendencias actuales antes de que sea demasiado tarde. Constituiría un error histórico imperdonable que, ofuscados por las baratijas y el bullicio del consumo, sin reparar en sus efectos perniciosos, con unos medios de comunicación con frecuencia sesgados y que favorecen la gregarización y el olvido de lo relevante, nos olvidásemos de los grandes desafíos que en la actualidad ya alcanzan a una mayoría de las personas y que, en breve plazo, pueden afectar a todos.
Voz de “Nosotros, los pueblos…”, como se inicia la Carta de las Naciones Unidas, que pueda velar, gracias a su número, fuerza y sentido, por el cumplimiento a escala global de las condiciones mínimas que permitan el inicio de una nueva era, del “nuevo comienzo” que proclama la Carta de la Tierra (http://earthcharter.org/invent/images/uploads/echarter_spanish.pdf ).
Con el concurso insustituible de medios de comunicación de toda índole, la voz de la gente podría, por fin, prevalecer sobre la de los multimillonarios consorcios, para que, los intereses de la humanidad sean tenidos en cuenta; para que, por fin, puedan detenerse procesos que ensombrecerían para siempre los horizontes de las generaciones venideras; para que las condiciones para una vida digna en la Tierra no sigan poniéndose en peligro… Todo ello es impensable sin la contribución convencida y diligente de los omnipresentes y omnipotentes medios de información y de comunicación.
A ellos dirijo, en los albores del año 2016, este llamamiento. De ellos depende, en buena medida, que el nuevo año sea el de la inflexión de la alarmante deriva presente, del desorden conceptual y estructural de una gobernación sin brújula a ciudadanos del mundo capaces de ejercer plenamente los derechos humanos. Para cumplir los deberes propios de la responsabilidad intergeneracional y no dejar a nuestros descendientes una casa desvencijada, es ineludible hacer posible la transición suprema de la fuerza a la palabra.