Mujer, política y española: os echamos de menos

 

 

Cuenta Verónia Rodríguez Orellana, terapeuta experta en coaching ejecutivo que una clienta llega a la sesión de coaching comentando que está harta de tanta campaña política pareciera que en esta época del año además de solventar las ya tradicionales compras y preparativos de las fiestas nos han (im) puesto a los ciudadanos una misión más, por si fuera poco, las elecciones el 20 de diciembre, es que ¿nadie piensa en nosotros?

Al electorado no le gustan las campañas porque se vive como un teatro lleno de actores y papeles a representar. Un “todo es mentira” soporífero  que no permite distinguir la realidad de lo impostado, en una suerte de escena estilo  performance   cuyo objetivo es revestirlo todo de una fuerte emoción que mueva al voto.

La actividad política debería ser sensible a las necesidades y al estado de ánimo social: captarlo, comprenderlo, encauzarlo; nunca manipularlo.

La actividad política pareciera una disciplina pensada y diseñada por y para los varones. Un ejemplo palmario de este hecho es esa tendencia al "reunionismo" permanente que a las mujeres les resulta completamente inoperante.El sexo en la política


Son muy diferentes las formas en que percibe y afronta el compromiso político un hombre y una mujer. El universo masculino viene definido esencialmente por la razón, la competencia, la jerarquización, la pugnacidad. Lo femenino es más emoción, trabajo en equipo, interactuación; las mujeres -posiblemente- disponen de mayor capacidad para captar y percibir la emotividad del ciudadano medio, así como para involucrarse  en proyectos colectivos mucho más que los hombres, que viven la política de una manera más disociada y menos comprometida desde el punto de vista emocional.

La mujer, en suma, tiene mayor capacidad de zafarse de adoctrinamientos y de etiquetas políticas en pos de proyectos en común, mientras que el hombre convive mejor con el hecho de separar las emociones por un lado y lo que de puramente racional y pragmático tiene la política por otro.

El ejercicio de la política, en las altas instancias y estratos de dicha actividad, resulta muchas veces una tarea compleja, expuesta al escrutinio público continuo, con un nivel de dedicación que genera un elevado impacto en la vida personal y familiar del sujeto que la desarrolla. En ocasiones, supone una labor frenética con una agenda apremiante y agotadora que puede aislar a la persona de todo su entorno, que la desconecta de la realidad circundante, lo que implica un alto coste psicológico y emocional.

En este sentido y así planteada, la actividad política pareciera una disciplina pensada y diseñada por y para los varones. Un ejemplo palmario de este hecho es esa tendencia al "reunionismo" permanente que a las mujeres les resulta completamente inoperante.

Ellas tienen otros modos de gestión, entre otras cosas porque en la mayoría de los casos deben cumplir sus agendas laborales tras haber resuelto la gestión diaria de sus hogares: qué se come, qué ropa se ponen los niños, si han hecho los deberes...Este pluriempleo, nada encubierto y muy asumido socialmente, hace que rentabilicen al máximo el tiempo y la organización sin perderse excesivamente en protocolos.

Las mujeres, por lo general, tienen mayor capacidad para escuchar, están mejor orientadas al diálogo y, en consecuencia, son mucho más capaces de gestionar las emociones, cuestión esta que está deviniendo fundamental en el ámbito de la nueva manera de hacer política. No se trata, en suma, de una mera inspiración, de un modelo teórico que determine el director de campaña, sino de una forma consustancial en ellas de afrontar los problemas más urgentes y una capacidad innata para la gestión emocional.

La ciudadanía viene exigiendo una transformación radical en el modo de hacer política y de interactuar con el ciudadano que recibe sus propuestas, un cambio drástico en el paradigma de actuación de los políticos profesionales.

Gestionar las emociones, en un  contexto tan convulso de crisis, de incertidumbre económica y social siempre presente en nuestras relaciones personales, posibilita que el dirigente político se pueda acercar de manera natural al votante y a este le permite comprender mejor el mensaje que se le transmite.

Retomando la sesión de coaching con nuestra  clienta dice  que no sabe si votar con el corazón, con la intuición; si guiada por el enfado o por la esperanza. Cualquiera que sea la respuesta, se tratará en definitiva de un voto esencialmente emocional.

 

*Verónica Rodríguez Orellana es Directora del Coaching Club. Experta en Coaching- Especializada en Coaching Sistémico. Master – Practitioner en PNL-Terapeuta Gestalt /De: mujeresycia



Dejar un comentario

captcha