El Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) aglutina, bajo la égida del Chavismo, un anchuroso espectro que va del Bolivarianismo al Socialismo del siglo XXI.
Lo sucedido el domingo en su tolda es un duro revés electoral que bien puede ajustarse al conocido adagio: “Entre todos lo mataron y él solito se murió”.
No agonizó el Psuv en estas últimas elecciones; lo venía sobrellevando con riesgo Nicolás Maduro tras la muerte de Hugo Chávez, siendo el mérito mayor - y no es vano – haber sido la persona más ferviente en el círculo del Comandante, y debido a ello fue bendecido “sine qua non” como candidato a la jefatura del Estado. Esto, unido a la necesidad que Fidel Castro tenía de prolongar las magnánimas prebendas económicas de Venezuela, hizo que el amo de Cuba se moviera con urgencia para que en el patio del pez que escupe agua, habitara una persona de su más extrema confianza. Ese hombre no era otro que Maduro.
El antiguo sindicalista había asistido a cursos universitarios en La Habana centrados en el comunismo. Sus criterios políticos y económicos eran de Karl Marx. Escasos de Engels. Fue constante, trabajador y Hugo confiaba en él. Nunca le falló. Todas las ideas venía del venerado Comandante. En las brisas del Malecón habanero, el hombre de la barba bermeja conocía todo el pensamiento de Maduro. No sería Chávez; a lo más, un espontáneo secundario. Suficiente.
Ya en el Palacio Miraflores, supo que el arte de gobernar no se hereda; tampoco el carisma. A la par la hacienda pública, basada en un solo fruto negro, el petróleo, cuyo valor en el mercado venía cayendo a paso de terror, le golpeó de plano. Cometió traspiés uno tras otro. La corrupción carcomió las estructuras de su gobierno. Los alimentos de la cesta básica desaparecieron de manera dramática. El panorama era desolador y Maduro parecía no enterarse. La realidad le aplastó. Y es así, en corto trazo, como las elecciones legislativas del 6D las ganó de un trancazo la oposición. No hay otra lectura.
Aquellos lodos irredentos han traído los barros actuales que llevaron al desastre al Chavismo; unido a ello, el desprecio a las libertades democráticas y la sistemática falta de independencia de los poderes públicos.
El cambio político fue necesario. Urgente. Si el Psuv desea recuperarse, - tarea ardua - deberá reflexionar y hacer un mea culpa. Henry Ford, golpeado en sus industrias, dijo: “El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo con más inteligencia”.
En esa directriz, el papel de []Mesa de la Unidad Democrática (MUD) no es un camino de rosas. Habiendo ganado holgadamente, debe administrar su victoria sin desquites. Al contrincante caído, se le ofrece una mano. Venezuela es de todos.
La MUD representa a 19 partidos dentro de un dilatado abanico ideológico. A tal causa, sería un error establecer disputas a recuento de ansias personales. Se debe demostrar altura de miras, que el triunfo no se cristalice en fracaso. El sentido común es un sólido principio moral.