Venezuela ansía su libertad

El domingo  6 de diciembre, en las urnas,  será el momento  tan esperado hacia  la convivencia de los venezolanos,  una sociedad desmembrada urgida de una Asamblea Nacional pluralista en que el gobierno respete las decisiones democráticas emanadas de su hemiciclo.  Los comicios legislativos, si gana, como indican todas las encuestas, la oposición pudiera abrir un cambio amplio en el país caribeño.

Y decimos si gana, ya que el sistema electoral preparado por el chavismo es una tuerca perversa contra votos opositores.

Hugo Chávez no cumplió nunca  los parámetros que él mismo se había implantado al comienzo de su odisea.  El poder absoluto a recuento de la sumisión esotérica del parlamento, le hizo daño de la nación y a la par, ensombreció un régimen que ostentó  la máxima  popularidad.  En ningún tiempo pasado un hombre había gozado  de tanto carisma, atracción personal y arrastre de masas.  Ni Simón Bolívar. El  Libertador ingresó en la historia y en el corazón de los venezolanos tras su muerte en Santa Marta. No antes.

Existe hoy una verdad aplastante: Venezuela necesita un cambio,  el actual sistema está  oxidado, roto, podrido.

Ineludible es traer a colación las circunstancias que han forjado la imagen de la actual del país desmedrado. Cuatro décadas andariegas caminando sobre su piel nos proveen de un soporte.

 Hemos cohabitado con la égida de Hugo Chávez hasta el final de su existencia terrenal.  El Comandante nos transbordó de una ilusión esperanzadora, al desengaño.  Una vez en la Casa de Misa Jacinta – palacio presidencial - , mantuvimos un afecto   respetuoso.

Ostentaba un carisma  arrollador. Hemos  a dos papas de la Iglesia  y varios jefes de Estado asombrarse de sus ingeniosidades. En esas circunstancias hice la única fotografía de un Chávez caído de rodillas ante un asombrado Juan Pablo II. Pedía la bendición para el pueblo venezolano. El cardenal Angelo Sodano, secretario de la Santa Sede en esos días, se hallaba a nuestro lado y  nos señaló: “Esto no se hace, son dos jefes de Estado”. Hugo era carismático. A continuación, el  Santo Padre soltó una sonrisa y malamente le ayudó a levantase. .

 Con el dictador Marcos Pérez Jiménez  en su mansión de la Moraleja, Madrid,  le contemplé usando quevedos – nunca los volvió usar -  cuando  leía una cuartilla de respeto al ex presidente. Tras ese encuentro, hubo algo que Chávez no pudo cumplir. Ya en Caracas semanas más tarde  el ex presidente desterrado  nos solicitó una encomienda: exhortarle a Chávez, una vez ocupara la alta magistratura –ya había ganado las elecciones - , autorización  de ir a Venezuela  con garantías. Su deseo era   realizar dos ofrendas: acudir  a la Virgen de Valle en Isla Margarita  e hincarse  ante la tumba de sus padres en Michelena, cumbres andinas. No fue posible. Meses después moría el general.

 Son anécdotas – entre varias -   reflejo del   hombre que hemos conocimos.  Llegado el momento, con la misma mutua sinceridad  que mantuvimos, le hice ver que no le seguiría  acompañando, estaba vadeando  un sendero errado y   muchos de sus colaboradores  daban ya signos de atraerles  más el dinero que la revolución. Con el tiempo,  la corrupción se acentuó hasta llegar a la escandalosa realidad actual.

El gobernante dejó una Venezuela al borde del despeñadero. No se daba cuenta de como el país se desmembraba en lo político, lo social y lo económico. No supo equilibrar el valor de una oposición que siempre la hubo.  Asumió un poder enorme sin miramientos. Una pasantía en una gobernación o un sillón de diputado, hubieran sido el bachillerato político que no tuvo. Llevaba  clavo en la mente el lema militar: “Ordeno y mando”.   Para él, el país  era su cuartel.

 De los opositores decía que eran  miserables y  rastreros. Querían asesinarle y, una vez cadáver,  barrerían  su revolución de cuajo. 

Nicolás Maduro, el actual hombre fuerte de Venezuela en sociedad con Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional,  sigue en ese enredado empeño.  El chavismo no atina  que una oposición democrática es garantía de una nación asentada en un  gobierno fuerte, justicia equitativa, medios de comunicación autónomos, y la siempre  sólida  presencia   de un Parlamento pluralista  en la que el ala gubernamental no doblegue a sus contrincantes. Ni viceversa.  

Una vez convertido el Comandante Hugo Chávez en icono,  el modelo actual  - una copia de lo mismo -  no  atinó a zarandearse frente a  las trabas repletas de penetrantes hendiduras generales. No ven el horizonte. Se sienten vacíos, sigue faltando el patrón, el dueño de la hacienda. El “Socialismo del Siglo XXI”  se halla henchido de incertidumbres. En esas circunstancias, la historia y sus  desalientos se   fue acrecentando hasta la quejumbrosa  presencia  de la dictadura actual.

 El  domingo próximo,  día 6, Venezuela puede terminar con una terrible pesadilla o hundirse  durante más años en un  caos demencial.



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