Después de los atentados en París, los dos amigos, que solemos vernos de Pascuas a Ramos o Ramadán, departimos.
Ignoro de qué subsiste. Lleva siempre entre las manos una roída agenda garabateada con nombres y fechas, escrita en un complicado alfabeto árabe. Ese dietario es su mundo secreto. Ni en uno solo de nuestros encuentros lo hallé sin ese breviario laico.
“Salud, cristiano”, señala Mohamed o Alí. – nombres más fáciles de pronunciar que el suyo verdadero: Ibn Al Jalili -.
“Alá te bendiga, medio hermano”, le respondo. ¡Espeluznante holocausto de muerte y sangre en Francia!”.
- Los musulmanes de fe no compartimos la barbarie, el asesinato cobarde contra gente inocente.
- Sois un fiasco de espanto, todavía os halláis incontables de vosotros en el siglo VII cuando Mahoma se expandió de Medina a la Meca y, siglos después, continuáis buscando califa o “jalifa” profeta de vuestro Dios.
- El Islam es la gran religión humana, mientras la tuya es meramente nominal.
- Escucha, le indico: El Corán, más que la Biblia, está inclinado al determinismo: Dios decide y el hombre acepta. Además el Islam significa sumisión. Los musulmanes en su mayoría miran el mundo con resentimiento. Acusan a Occidente de sus dolencias, y ahí se hallan las raíces del terrorismo que ya practicaba Hasan As-Sabbah, el llamado “Viejo de la montaña”. Luchaba contra los cruzados desde la inexpugnable fortaleza de Alamut en el siglo IX. Los soldados del actual Gobierno Islámico en Siria, saborearon en esa fuente mortífera. Mataban sin piedad, de modos espeluznantes. La falsa austeridad - no se privaban de placer alguno - y la religiosidad dramatiza fueron la bases de su secta nizarí.
Alí pone rostro de asombro: “¡Es quimérico!”
- Sosiego: En el Corán consumir el fruto del bien y del mal fue sólo infringir una ley. Dios castigó a Adán y todo terminó allí. No hay pecado original y ninguna adquisición de distinguir lo bueno de lo malo, aunque se diga que esto es libre albedrío.
- Debo decirte cristiano, que de ahí proviene el concepto de la responsabilidad individual.
-Te conozco moro, vas a decirme que los católicos somos intransigentes. Escucha: Si el Islam ambiciona la democracia necesita una Reforma, un Martín Lutero. ¿Se podrá hacer con ese atajo de Al Qaeda, los Hermanos Musulmanes o el brutal Estado Islámico?
- Todo Occidente – exhorta – a causa de los atentados perpetrados en Nueva York, Madrid, Londres y ahora París, guarda una imagen distorsionada no ajustada a la realidad. Hay determinadas causas acercadas a esos calificativos y no debiéramos generalizar. Millones de mahometanos rechazamos el terrorismo y nos duele la sangre derramada de inocentes.
Y con énfasis añade: “Los fundamentalistas desean volver a las antiguas fuentes de la fe cuando ésta era clara, directa y basada en la tradición. Depurar imperfecciones resultantes de siglos de pobreza, atraso económico y dominación extranjera, es la gran tarea a seguir.
Ante lo afirmado, le seguimos aguijoneando: En el libro “Por qué no soy musulmán” se lee: “Alá impuso a los creyentes el deber de combatir a los no piadosos hasta que la ley humana acabe reemplazada por El Corán”.
- Si a libros vamos, te recuerdo vaticanista “Historia criminal del cristianismo”. Esas páginas vuestros pontífices parecen guerreros perturbados y no hombres de Dios.
- Ignoro hacia donde ansías llegar.
- No argumentemos más, los sucesos cambian rápido. Otro día, si media, seguimos dialogando.
Mohamed tiene la probidad de la paciencia. Siguió bebiendo té verde mientras observa a una joven muchacha semejante a una hurí, las mujeres prometidas por Mahoma a los musulmana que en defensa de su fe dan la vida
Un dilema toma ímpetu ante la tragedia parisina: El Corán habla tanto de paz como de guerra. ¿Contradicción? La respuesta está en la Yihad – Guerra Santa - un compromiso personal de todo musulmán para que la ley de Alá impere en la tierra.