Amenaza global, reacción global

El mundo no puede seguir ensangrentado y amedrentado por un grupo de fanáticos capaces de cometer los más horrendos crímenes. Es necesaria una reacción a escala mundial, que no sólo tenga la fuerza real y moral para actuar con firmeza y diligencia ahora, sino que, sabiendo las causas, pueda evitar que se repitan en el futuro. 
Está claro que las acciones parciales y dispersas no son eficientes. También lo está que ha sido un colosal error debilitar al sistema de las Naciones Unidas sustituyéndolas por grupos plutocráticos (G.7, G.8, G.20) y emprender acciones militares sin contar, al menos, con el consentimiento del Consejo de Seguridad. 
Es imprescindible una gran alianza para, dejando a un lado de momento aspectos y criterios diferenciales, actuar coordinadamente para resolver desafíos que afectan a todos los países sin excepción. 
Junto al terrorismo, la extrema pobreza origina miles de muertos todos los días e induce a muchos seres humanos, desamparados, a abandonar los lugares de origen e intentar llegar, en una emigración terrible, que genera más sentimientos de animadversión todavía, por la insolidaridad, a países que se caracterizan hoy por el desconcierto, desorden e improvisación. 
Terrorismo, extrema pobreza… y medio ambiente, porque la emergencia ecológica actual puede alcanzar en breve plazo puntos de no retorno que afectarían de forma irreversible a la habitabilidad de la tierra. Sería una irresponsabilidad histórica e inverosímil que las presentes generaciones dejaran a las siguientes un legado de condiciones de vida muy precarias. 
Hace unas semanas, en una “declaración conjunta” cuyos primeros firmantes son, junto a nosotros, Mijail Gorbachov, Mario Soares, Garry Jacobs (WAAS), Colin Archer (IPB) y François de Bernard (https://declaracionconjunta.wordpress.com/acerca-de/), urgíamos, ante hechos potencialmente irreversibles, la celebración de una sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas con el exclusivo fin de adoptar medidas globales frente a los problemas mencionados, al tiempo que se diseñaba una “hoja de ruta” conducente a la refundación de las Naciones Unidas. 
Renovamos ahora con especial apremio aquel llamamiento. Todos unidos frente a procesos que más tarde no tendrían remedio. Únanse ya, con gran urgencia, los mandos de los países y asociaciones regionales más concernidos pero, sobre todo, acuerden convocar sin demora –para respiro de “Nosotros, los pueblos…” con que se inicia la Carta de las Naciones Unidas- la citada Sesión Extraordinaria, que podría marcar “un nuevo comienzo”, inaplazable en estos momentos de angustia y desolación.



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