Espanto en Paris

Los acontecimientos acaecidos esta semana en París nos ha traído a las mente, al instante de analizar el   suceso desbocado en espanto, a la periodista italiana  Oriana Fallaci, álter ego  en las entrañas de una Europa adolorida.

 En los folios finales antes de su fallecimiento debido al cáncer,  entregó al mundo el testimonio de una vida contra los fascismos político- religioso que carcomen  a la humanidad.

Ella vino alertando del fanatismo musulmán, una religión cultora de la muerte, solidificada en el vilipendio a los valores de la raza del hombre y desconsidera hasta el salvajismo con   la mujer, cuya misión diametral  es convertir en polvo la cultura Occidental.  

Que nadie se rasgue la piel: Existe mahometanos henchidos  de racionalidad y, aún así, -  a cuenta del el miedo o la cobardía-  son maniatados  igual a fanegas de sémola  al conjuro de catervas frenéticas al estilo pérfido del Estado Islámico.

Y lo penoso es que lo consiguen políticos teorizantes  incapaces de observar el peligro aterrador sobre nuestra cordura.

 La escritora de “La rabia y el orgullo” llama al continente europeo “Eurorabia”, aseverando que el Islam es una derecha opresora que  cuentan con medios de comunicación y dinero de los países despóticos  del Golfo que con genuflexión canina, justifican los acto recalcitrante o amparan las desplazamientos de los retrógrado y ayudan a demoler valores del intelecto, la cultura y el pensamiento filosófico.

 “Tengo la muerte encima”, rotuló la Fallaci al saber cercano su final   con el deseo de que  advirtiéramos el peligro pertinente del  conocimiento de la Grecia antigua que nos enseñó la sapiencia del diálogo.

 En el libro “Del sentimiento trágico de la vida”, Miguel de Unamuno  se negaba a cruzar la existencia sin luchar hasta la desesperación,  manteniendo  en alto la fuerza capaz de batallar contra la injusticia, única forma de salvarnos aún estando inanimados.

Oriana Fallaci  fue una alumna aventajada, no claudicaba ante los hostiles de o color que representara.

“¿Qué tipo de democracia es la que la minoría cuenta más que la mayoría y, en contra de la mayoría, manda y chantajea?

 La italiana de Florencia sabía que su vida había sido  una reyerta contra la irracionalidad, y debido  a  ello estaba la congoja, ya que al decir de Unamuno: “Solo con el sufriendo uno  es persona”.

 Al presente París se desangra - ¿y mañana?-  bajo el viento tempestuoso  de la exacerbación brutal  e ignara regresa de los arenales  el  Islam exaltado.

  Aún así, el Alá de los  mahometanos, el Yahvé de los judíos  o el Dios de  los cristianos,  nos resguarden si tal conmiseración posible fuera.

 



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