Hitchcock y sus miedos

Siento poco   interés  hacia el cine, aún reconociendo que es un  arte deslumbrante en muchos de sus aspectos,   al ser una forma de hacer que la existencia, durante un puñado de minutos,  se envuelva en quimeras, adorables unas, azarosas otras.

 

Al año  veo uno o dos filmes, tal vez tres, aún teniendo en la estantería de mis libros una sección extensa de videos  de un amplio repertorio. Saber que dispongo  de esas producciones fílmicas  reconforta: están ahí, y en cualquier momento las puedo invitar a que me acompañen en algunas de mis duermevelas.

 

 Al teatro no asisto; leo los autores tradicionales con alguna frecuencia.

 

En  producciones cinematográficas soy de la cosecha de “Ciudadano Kane”,  “Campanas de medianoche”, “Casablanca”, “Esplendor en la hierba”,  “El hombre tranquilo”, “La dolce vita”, “Muerte en Venecia”, “Viridiana”, “Cinema Paradíso”, la trilogía de “El Padrino” de Francis Ford Coppola con  Marlon Brando, Al Pacino y Robert De Niro, los cortos del Gordo y el Flaco o Chaplin.

 

No mucho indudablemente, unos frutos en  ese labrantío de luz y sombra  envuelto en hálito creativo.

 

  A razón de un estrés que no favorece al sueño ni con infusiones de amapola, pasiflora y valeriana,  he leído esta noche pasada  - menos que eso, revisado -  unos apuntes de Alfred Hitchcock ceñidos en sutilezas y un terror suspensivo, al ser el maestro del pánico una fuente  de atracción mística.

 

 Del creador inglés hemos visto “Los pájaros”, “Psicosis”, “39 escalones” y “Rebeca”.

 

 Hacia el año 1963,  al filmar “Los pájaros”, todos, esotéricamente,  nos atemorizamos. En ese tiempo nos dimos cuenta del nacimiento  de un nigromante del regodeo al saber  ubicar turbaciones   en cada  matiz de las despavoridas  escenas.

 

  Nadie dedujo que a un hijo de familia católica, en un país protestante, Inglaterra, le pudiera venir  un sentido estricto de disciplina, mientras en el colegio de los jesuitas de Essex  padeció toda clase de  represiones y aislamientos. Un combinado difícil de asimilar en un joven soñador.

 

 En su biografía están estas palabras: “El miedo ha influido en mi vida y mi carrera.” No siendo casual que esa opresión aparezca  en forma de aprensión en su obra. 

 

En la juventud sintió una obsesión enfermiza hacia  la trasgresión. Acudía  cada día al Museo de Scotland Yard, allí    observaba las escenografías de los grandes criminales y sus historias. De la misma forma coleccionaba lo que los diarios publicaban sobre asesinatos. Llegó a poseer miles de fichas, un apoyo a la hora de hacer los guiones de las películas  que después realizó.

 

 En el campo literario, Edgar Allan Poe y su poema “El cuervo” lo marcaron, mientras Luis Buñuel, Jean Cocteau – “Los niños terribles” - y Epstein,  lo  laceraron hasta marcarlo.

 

 Su cine consistía en  manipular al espectador  y someterlo al ritmo de la historia que se cuenta.  Alfred Hitchcock lo hizo como nadie, y uno,  aún hoy, sigue  atrapado en su  trapecio sin red.

 

Hace una semana, en el Canal 5, nos encontramos con un segmento de su vida reflejada en la forma que organizó – resistió y padeció -  la película “Psicosis”.  Dirigida por Sacha Gervasi, siendo  sus protagonistas principales  Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson y Danny Huston, el genio del terror volvió a salir de su hipogeo sin ya darnos miedo.



Dejar un comentario

captcha