Democracia y demagogia

Detesto la demagogia. Ya denunció Aristóteles que es la corrupción de la democracia y que con ella el pueblo fácilmente puede ser llevado por una onda de emoción y pasión que nubla la razón y el sentido común.

En el proceso secesionista catalán sobra la demagogia y falta democracia.

Las lindezas que se oyen cada día ofenden la inteligencia. Dicen que quieren devolver el poder al pueblo para que haga leyes justas, y yo me pregunto: ¿en qué país civilizado gobierna el pueblo? Que se sepa, en algunas tribus amazónicas y en los núcleos de población inferiores a cien habitantes. En el resto, o hay democracia o hay dictadura. Desde que Abraham Lincoln pronunció su famoso discurso de Gettysburg definiendo la democracia como “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, se interpretó la democracia como “gobierno de la mayoría con derechos de la minoría”, lo que no significa que las decisiones de mayor trascendencia –como por ejemplo la independencia de Cataluña- dejen de ser sometidas a la decisión del conjunto del cuerpo electoral. Pero no olvidemos: cuando el pueblo toma el poder, sin más, guillotina, ahorca y fusila.

Proclaman también que hay que desobedecer las leyes como único medio de lograr la independencia. Si el secesionismo toma como punto de partida la insumisión, ¿con qué legitimidad van a exigir el cumplimiento de la legalidad –qué legalidad- en la Cataluña independiente?

Afirman que la inculpación de Mas y dos de sus consejeras por incumplir la legalidad vigente es un juicio político y proclaman que las urnas no se imputan.

¿Además de la inviolabilidad y la inmunidad, también quieren gozar de la impunidad?

¿A través de qué legalidad encauzarán el movimiento independentista?

¿Qué es para los secesionistas la democracia?

¿Existen en sus planteamientos las leyes?; ¿qué leyes, las que ellos quieran o las que nos hemos dado todos?

Un país que está cuestionando permanentemente su identidad es un país que avanza hacia la autodestrucción. Un país en el que existen gobernantes que relegan el interés general y hacen prevalecer su interés particular trufado de mentiras y megalomanía, manipulando a ciudadanos de buena voluntad, es un país con poco futuro. Un país en el que el uso de los símbolos, especialmente de la bandera, se asocia con el fascismo es un país enfermo. Estamos padeciendo una migraña colectiva.

Lo verdaderamente curioso es que parte de estas proclamas surgen de la CUP, que es un partido que existe, precisamente, porque vivimos en una democracia, por más que cueste entender que el Estado de derecho esté permitiendo este tipo de manifestaciones, salvo que se atribuyan, como hace Carlos Herrera, “a las asambleas alucinógenas o al consumo de estupefacientes de esta gente, que están como una cabra”.

La democracia, como bien la definió Norberto Bobbio, no es un resultado, sino un conjunto de procedimientos que deben ser respetados.

No se puede usar la democracia para destruir la democracia; ese es el lema que figura en las pancartas yihadistas. Tampoco se puede hacer una revolución para tener la democracia, porque ya disfrutamos de ella. Debemos respetar la democracia para poder cambiarla en aquellos aspectos que puedan ser mejorables, pero siempre desde la democracia.

 



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