Primero la Virgen

El mayor sindicato de la policía, el SUP, viene reclamando, desde hace mucho, un reconocimiento para los miembros de los cuerpos de seguridad del Estado que permanecieron, durante quince años consecutivos, prestando sus servicios en el País Vasco y Navarra en los tiempos más duros del terrorismo de ETA. Tal reconocimiento no acaba de llegar.
El ministro del Interior del Gobierno español (según la Constitución española "España es un estado aconfesional"), Jorge Fernández Díaz, que a la vez es miembro supernumerario del Opus Dei y que, según confiesan sus allegados en el Partido Popular, quiere acabar su vida pública como embajador ante la Santa Sede, parece que no considera una prioridad -a tres meses de las elecciones generales- atender la petición del SUP.
Lo que es llamativo, después de lo escrito en el punto anterior, es la pasividad demostrada por Jorge Fernández Díaz ante las solicitudes del SUP en contraposición con la celeridad desarrollada durante su mandato para condecorar Vírgenes.
En el año 2012 concedió la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil a la Virgen del Pilar, Patrona del Cuerpo. En el año 2014 concedió la más alta condecoración del Cuerpo Nacional de la Policía a otra Virgen, en aquella ocasión a Nuestra Señora María Santísima del Amor, cuya cofradía de Málaga, "El Rico", según se dijo, comparte con la policía valores como "la dedicación, el desvelo, la solidaridad y el sacrificio".
La Ley 5/1964 establece que para recibir esa medalla hay que aportar como méritos "el haber muerto en un acto de servicio o sufrir mutilación, el haber dirigido o participado en un servicio a la policía de transcendental importancia", entre otros varios.
Supongo que para inflar su currículum de cara a las oposiciones a la embajada Vaticana, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, vuelve a recurrir al medallero y ahora -si es que ya no lo hizo- concede la Cruz de Plata de la Guardia Civil (destinada a quienes supongan una relevante colaboración con el Cuerpo, sin reunir la condición de riesgo personal que conlleva como exigencia la Cruz de Oro) a la Santísima Virgen de los Dolores de Archidona (Málaga).
La vocación divina del ministro es obsesiva. Los asuntos terrenales de quienes sufrieron en el norte y las pretensiones del SUP pueden esperar. 
Parece ser que, por expreso deseo de la Virgen, las cruces y las medallas de Jorge Fernández Díaz no van acompañadas de pensiones económicas vitalicias. Es de sentido común.



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