Tarde de fútbol en el Carlos Tartiere

Hacía tiempo que no acudía al estadio Carlos Tartiere para ver a nuestro querido Real Oviedo y lo hice esta tarde aprovechando una invitación de mi cuñado Pepín, forofo donde los haya y que lleva ni más ni menos que 49 años como socio del club carbayón. Supongo que el año que viene le darán una insignia por su perseverancia y apoyo al club.

Buen día para la práctica del fútbol pero floja entrada. El club facilita la cifra de 12.900 aficionados aunque tengo la impresión de que hubo alguno más. Quizás la hora, las cuatro de la tarde, o la cuasi coincidencia del partido con el tradicional desfile del Día de América que, por cierto, congregó a más de 200.000 personas para satisfacción del concejal de festejos Roberto Sánchez Ramos, fuera la causa.

En el Carlos Tartiere los tornos no funcionaban, ignorando la causa. La megafonía continúa siendo tan mala como en años anteriores y en cuanto me ve un conocido me comenta indignado lo estrechos que son los urinarios lo que provoca atascos de entrada y salida en momentos delicados para el personal. Eso sí, el césped en buen estado. Incluso en el descanso, como en las buenas plazas de toros, auxiliares salen prestos a colocar tapines y tapar agujeros garabato en mano. Me sorprende que a las 17, 21 horas, con una luz natural estupenda se enciendan ya los focos de la iluminación artificial. Será que paga el ayuntamiento.

Mie regreso al Carlos Tartiere no dio suerte al Real Oviedo quien perdió, merecidamente en mi opinión, por dos goles a uno con un Girona cuyos jugadores eran más altos y fuertes que los nuestros, habiéndoles ganado prácticamente todos los balones por alto además de ganarles en bastantes ocasiones la partida por bajo, especialmente un tal Javi Alamo quien por la banda derecha bailó a nuestra defensa hasta el punto que supongo el defensa Peña soñará esta noche con él.

Defensa, excepto Esteban, y el medio campo, mal, así como arriba un desaparecido Linares me hizo acordarme en más de una ocasión de Diego Cervero. Tenemos dos Borja en el equipo. El defensa, fatal; el delantero, bien. Metió un gol de estupendo cabezazo a la salida de un corner pero lamentablemente en la misma jugada se lesionó teniendo que abandonar el campo. Susaeta, que no fue de los peores, hizo un penalti de libro que sirvió para que el Girona empatase cuando iban los catalanes perdiendo uno cero.

Tras mi asiento veo a mi admirado colega Orlando Sanz ha sido el mejor cronista municipal que tuvo esta ciudad- y que como es periodista de humor fino pone en sus tarjetas de visita ser "heterosexual y del Real Oviedo". Unas filas más arriba saludo al infatigable Jacinto, el peluquero de mi barrio, calle de Félix Aramburu, que no solo arregla el cabello vestido con el uniforme del Real Oviedo sino que también pone a prueba la capacidad auditiva de sus muchos clientes con elevados decibelios de música operística. Por su puesto que con voz poderosa y apasionada retransmite en directo el partido a su alrededor. En el descanso veo al presidente Jorge Menéndez Vallina bajar hasta los palcos para dar abrazos. No se libra ni el hostelero Cholo Lobato mientras da cuenta de un puro de primera división. Entre el público, el presidente de los periodistas deportivos J.R. Rodríguez, y el que fuera dirigente de la Confederación Asturiana de la Construcción Manolo Martínez, bufanda con los colores oviedistas incluida.


No todo va a ser un camino de flores esta temporada para el Real Oviedo, retornado por fin a la división de plata. El problema, que ya viene de años, es que cada temporada se despiden a 15 jugadores y se contratan a otros tantos lo que para el entrenador supone un arduo trabajo el conjuntarles pero además de tener un propietario que es una de las personas más ricas del mundo mundial el Real Oviedo tiene una afición única. Me encanta ver en las gradas ciudadanos variopintos. De la tercera edad y de la juventud, apostando por el equipo de su ciudad. Claro que el fútbol mueve masas y en cuanto el Real Oviedo esté en primera, más que lo hará. Vamos, que no quedará un asiento vacío en el nuevo Carlos Tartiere aunque para orinar en el descanso haya que hacerlo a codazos.



Dejar un comentario

captcha