Curso 2015/2016

Así como para el campesino el año natural termina con la recogida de sus cosechas, para profesores y alumnos el año natural empieza en setiembre, con las paradas de todos conocidas y con las tarifas de libros que alarman al veraneante descuidado. Todos están  inquietos y expectantes. Los alumnos aún  no se lo creen. Se acabó el verano. No quieren quitarse las bermudas y eso que las sombrillas, hamacas, chanclas y paelleras duermen ya en el trastero... Llegan las obligaciones : clases, exámenes , notas, y entre fracaso y éxito toca hacer camino. Los profesores oxigenados y conocedores del paño, programan sus clases, sus objetivos y esperan provocar esa curiosidad que facilite el   aprendizaje y evite la distracción, las ausencias, la inapetencia y el traumático suspenso, algo en extinción desde la Transición política. Los padres ilusionados, optimistas. Confían en sus hijos. Les animan. Saben que son los mejores y esperan que este curso tengan la oportunidad de demostrarlo y que en vez de sacar cincos, con alguna que otra recuperación, obtenga nueves o dieces, y en medio de este panorama, la sociedad,  todos nosotros, que con nuestro ritmo habitual premiamos o castigamos según las circunstancias y como no,  los medios de comunicación, que como oráculos del futuro nos recuerdan la importancia que tiene una buena educación en el progreso de los pueblos  y en la mejora personal y así estos días iniciales de setiembre nos hablan de inteligencia emocional y social, de la importancia de la creatividad , de la economía del conocimiento en un país como el nuestro no muy dotado de materias primas… y en medio de todo este barullo no faltan los políticos juiciosos que demandan un pacto de estado educativo que evite las guerras innecesarias que se atisban por el horizonte.

Hace un tiempo, en plena  dialéctica  entre marxistas y cristianos, sucedió el siguiente episodio que resumo.

Un marxista le preguntó a un cristiano:

-¿Cómo usted  puede creer en algo no demostrable como es  la existencia del cielo?

Y el cristiano le respondió:

- Si para usted es imposible creer en el cielo, para mí lo es más  aún creer en una sociedad sin clases, entre iguales, ya que como usted y yo sabemos  la inteligencia de todos no es la misma.

Esta anécdota no vendría a mi  cabeza si recientemente no hubiera leído  un ensayo de Thomas Piketty,  economista solvente y  muy mediático , que al analizar las causas de las desigualdades económicas que se dan en la actualidad y la solución a las mismas, reconoce que uno de los motivos que origina más desigualdades en la actualidad  viene generado por el capital humano, concepto que designa la  inteligencia y cultura de cada persona, y estas diferencias no son tan fáciles  de amortiguar o  equilibrar, pues dependen de la inteligencia de cada persona, de la familia en que uno nace y crece y del entorno social que rodea al niño, ya amigos, vecinos, compañeros de clase… Dicho esto ¿Deben los padres preocuparse del “capital humano” de sus hijos? ¿Sorprende  que busquen la máxima calidad y  elijan la educación que quieren? ¿Tendrá la misma sensibilidad para el estudio un niño que vive en un ambiente cultural, rodeado de personas cultas, libros, tertulias, conferencias, cine, museos …que otro que no tiene luz para hacer los deberes?

No está de más recordar que el futuro de cada uno dependió, depende y dependerá del nivel de responsabilidad y entrega de nuestros padres, de su cultura, de su generosidad, del tiempo y motivación que transmitan. Hace unos años al visitar las chabolas de la Sierra de Granda pude compartir la alegría de un padre que me dijo satisfecho que su hija empezaba el 1º curso de bachillerato.  ¡Eso sí que era motivación!

Que la inteligencia no es uniforme y que genera diferencias lo sabemos todos, pero viene bien recordarlo, pues pocos intelectuales tienen el valor de decirlo y analizarlo.

 Para concluir este escrito voy a permitirme trasladaros dos recomendaciones de Gregorio Luri  que considero muy juiciosas:

a/ No hay alternativa pedagógica a los codos, o dicho de modo campesino si no se planta la viña y se cuida no se cogen uvas

b/ Todo niño tiene derecho a tener unos padres imperfectos.

 

                                       ¡Que la navegación sea favorable!



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