La cuestión de los toros entra en la vida política

La cuestión de los toros (como diría mí admirado Kepa Tamames) en una Asturias sin tradición, ni arraigo, ni interés, debería ser algo distante y que tuviera a la opinión pública en la más profunda indiferencia. Pero no es así: en estos últimos meses se ha convertido en un asunto candente.

 

Con el nuevo panorama municipal, en muchas ciudades españolas y también asturianas asistimos a la nueva etapa de la lucha animalista donde al fin se vislumbra la compresión del sufrimiento animal por parte de personas que mueven los entresijos de la política y también en su función pública.

Manifestación Antitaurina en GijónPoco a poco, partido a partido, candidato a candidato… el animalismo va entrando en las esferas desde donde se toman las decisiones, desde dónde se valoran las peticiones de la ciudadanía. Paulatinamente, las reclamaciones ciudadanas son escuchadas y puestas en valor: miles de firmas, cientos de actos, cada vez más numerosas manifestaciones, tienen eco en las decisiones de las políticas municipales. Lentamente, pero van entrando en el discurso.

Por fin se pone en tela de juicio que una minoría gaste dinero público, directa o indirectamente, para tan aborrecible forma de entretenimiento. Por fin se arrincona al necesario cómplice que desde su cargo favorece malsanos pasatiempos. Por fin hay debates municipales sobre la conveniencia de subvenciones y/o ayudas, y se ponen en duda las partidas de mantenimiento para infraestructuras taurinas. Por fin, y tras años de lucha, la cuestión de los toros se empieza a mover en el único sentido posible: hacia su desaparición.

Pero como en cualquier lucha, sigue habiendo viejas resistencias políticas. A “los de siempre” les cuesta cambiar el chip. Unos no lo desean (PP), otros llevan años deshojando la margarita (PSOE) y no terminan de aclarase ni entre ellos, otros deciden según dónde están (IU) y hay quién supedita su postura a una cuestión meramente económica (FORO) haciendo una exhibición descarada de su falta de ética.

Supongamos que eres candidato en una lista electoral cualquiera. ¿Qué clase de persona dices que eres si pregonas que disfrutas oyendo los gritos de dolor de un ser torturado que solo quiere escapar y vivir? ¿Cómo crees que te verá la mayoría de la gente si dices que te gusta el olor a sangre? ¿Cómo vas a salir en una televisión diciendo que te preocupan los niños, los ancianos, los parados… si no eres capaz de tener una respuesta sensible ante la muerte bajo cruel suplicio? ¿A quién quieres engañar?

Por cierto… ¿se han fijado en que las justificaciones para la continuidad de las corridas de toros son cada vez más peregrinas? Algunas hasta asustan, pues llegan desde concejales. Sinceramente, las hay que harían hasta recomendable el repaso de las lecciones de Barrio Sésamo.

El fin del maltrato hacia los animales es requisito indispensable de cualquier opción política que aspire a tener representación institucional. EQUO lo lleva en sus estatutos, como un fin en sí mismo. Como parte de su ADN. Como seña que la identifica. Tal y como somos. Somos pacifistas, no queremos violencia ni hacia las personas ni hacia los animales. La ecología política defiende el derecho a la vida en el medio natural que a cada cual le corresponda incluyendo el derecho a no ser maltratado.

La consigna es: muerte a la “fiesta nacional” y a todas sus variantes, para dar paso a la ética, a la moral, a la evolución. En una sociedad 3.0 no cabe la sangre, caben la innovación y la estética, caben las habilidades y la creatividad; caben la sana alegría y la verdadera cultura, pero no cabe ni una sola gota de sangre y menos aún, si es inocente.

Lo ocurrido esta semana en el pleno de Gijón es una señal con dos caras: una, hay que seguir profundizando en la conexión entre cargos políticos y ciudadanía; dos, la lucha continúa, solo que esta vez en un plano superior, con más peso y participación ciudadana.

Mientras tanto yo seguiré perteneciendo a esa clase de personas, la mayoría, ya sean silenciosas o beligerantes, que busca erradicar la máxima de las vergüenzas de su tierra. Los toros deben desaparecer del Biblio y ser sustituidos por cultura en mayúsculas.

Así que, desde mi pequeña barricada de EQUO Asturies, os pido a todos los animalistas asturianos, a toda la gente sensible ante la crueldad, que nos unamos para conseguir que la aberrante “Fiesta Nacional” desaparezca.

 



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