Ante procesos potencialmente irreversibles no caben aplazamientos: en cuestiones de medio ambiente y de dignidad humana pueden alcanzarse puntos de no retorno. Sería una irresponsabilidad histórica permitir que la habitabilidad de la Tierra se deteriorara. Y no remediar el drama humano de los refugiados e inmigrantes. Y no detener la locura del llamado Estado Islámico. Y de la guerra en Siria. Y del hambre, que cada día causa –no me canso de repetirlo- la muerte de miles de personas al tiempo que se invierten en armamento y gastos militares 3000 millones de dólares. Bastaría con reducir razonablemente este “derroche” bélico para poder hacer frente a estas necesidades acuciantes de la humanidad y, particularmente, a las potencialmente irreversibles.
Hay que actuar con rapidez, aplicando todos los conocimientos disponibles para detener y reconducir presentes tendencias.
Por estas razones, hago públicas las cartas que al respecto he escrito recientemente al Presidente Obama y las ONG de las Naciones Unidas.
Estamos elaborando una Declaración conjunta reclamando con urgencia la convocatoria de una sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la que se adoptarían las medidas a escala global apropiadas –porque la amenaza es global- y se decidiría una “hoja de ruta” para la refundación del Sistema (multilateralismo democrático).