Malévolo es el gobierno de una nación donde la justicia está sin más a su servicio y no al del bien general.
Sin leyes limpias para todos, los valores de la sociedad se vienen abajo como una capa de gelatina grasienta repartiendo calamidades y aprensión atroz.
Lo formuló el Barón de Holbach, al ver mancillada esa virtud primaria en la convivencia humana: “La justicia es el apoyo del mundo, y la injusticia el origen y manantial de todas las calamidades que le afligen.”
Sancho le rotulaba a su amo desde la altura de su humilde asno cuando hablaba de truhanes y canallas en la Ínsula Barataria:
“… Mi señor, según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesario que se use entre los mismos ladrones.”
Don Quijote le comentaba:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los Cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad e, incluso por la honra se puede y se debe aventurar la vida.”
Rumiábamos estas palabras pensando en una Venezuela cuyo gobierno maniqueo, mal llamado bolivariano, y manejando los tribunales con felonía y dureza, condena a todo hombre o mujer que intente oponerse a sus desafueros que rayan en lo perverso.
La Fiscalía es un brazo más del poder ejecutivo, al igual que los tribunales, desde el mayor de todos, el Tribunal Supremo de Justicia, al más sumiso juzgado de guardia.
El ciudadano no dócil a la camiseta roja de una revolución superflua -donde brillan por su ausencia el sentido ideológico y el bien común - es perseguido y humillado de forma perversa sin consideración legal alguna.
El país padeció dictaduras, caudillos, eso es cierto, y aún así, existía cierto respeto ante las formas y las instituciones. Hoy ninguna
Ahora, en este mismo instante, asumimos la injusta decisión de una juez provisoria de 32 años, nombrada a dedo, condenando a más de 13 años al ex alcalde de Chacao en Caracas, Leopoldo López. ¿Su delito? Luchar con su voz, no con armas, en favor de la libertad.
Se le castiga villanamente a razón de su coraje en favor de la democracia en la heredad de Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Andrés Bello, Luisa Cáceres de Arismendi, José María Vargas, Arturo Uslar Pietri, Andrés Eloy Blanco y varias docenas de ilustres hombres y mujeres que le dieron honor y gloria al gentilicio venezolano.
Hoy, cuando a Leopoldo López se le está mancillando con una alevosa pena que las naciones democráticas condenan como un exabrupto, es digno recordar sus valientes palabras en busca de las libertades en Venezuela:
“No tengo duda que los venezolanos nos encontramos hoy frente a una de las circunstancias históricas más oscuras y difíciles de toda nuestra historia republicana.
Al igual que en aquella época, los venezolanos comprometidos con los valores de la democracia y la libertad, estamos convencidos de que la vía electoral, es el principal camino para definir los cambios en Venezuela y hoy, igual que ayer, su triunfo depende de nuestra permanencia en las luchas de calle, en la conquista de todos los derechos para todas las personas, mediante la protesta no violenta, constante y responsable.
El ingreso de Venezuela al siglo XXI, viene siendo postergado al igual que en el siglo XX, por fuerzas militaristas y autoritarias, que pretenden perpetuarse en el poder, cercenando las libertades ciudadanas y promoviendo la pobreza para asegurarse la dominación. La gran mayoría de los venezolanos somos de pensamiento libre y democrático, estamos ante una lucha irrenunciable, por abrir las puertas del desarrollo y el progreso de los venezolanos”.
Esas y otras palabras en favor de la democracia en el país caribeño han costado 13 años de cárcel.