La comparecencia prevista para el viernes en el Congreso del Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz -después de haber recibido en su despacho al "presunto cooperante" con la Hacienda Pública española Rodrigo Rato, quien fuera con José María Aznar vicepresidente del Gobierno, con posterioridad presidente del Fondo Monetario Internacional y más recientemente presidente de Bankia- va a ser todo un acontecimiento plagado de verdades absolutas, en la línea en la que nos tienen acostumbrados todos los miembros del Partido Popular, incluido su presidente Mariano Rajoy, cada vez que tienen que informar de alguno de los cientos de casos del mar de corrupción en la que están inmersos.
Por lo pronto, Jorge Fernández Díaz, que empezó diciendo -mediante comunicado de prensa de su Ministerio- que la entrevista con Rato había sido exclusivamente personal, ya tuvo que cambiar sobre la marcha el guión previsto cuando el propio Rodrigo Rato, ayer, ya adelantó que en su visita al despacho del ministro se comentó su situación procesal.
Francamente, para todos los ciudadanos, para la inmensa mayoría de los españoles, sería un alivio si en la comparecencia del próximo viernes, en el Congreso, a Jorge Fernández Díaz, por honradez democrática, le escuchásemos presentar su dimisión.
Y, si llega el caso, hasta se podría comprender (por uno más no pasa nada) que el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy "el breve", premiase su entrega y su colaboración nombrándole embajador de España ante la Santa Sede. El Vaticano culminaría sus ambiciones, tal vez ya no tanto políticas como religiosas. Vamos, sería ponerle a un paso del cielo.