Por fin, “Nosotros, los pueblos…”, como se inicia la Carta de las Naciones Unidas ya podemos expresarnos libremente. Naciones unidas por los que ahora se lamentan del resultado del referéndum de Grecia, porque después las marginaron y sustituyeron por los grupos oligárquicos y colosales consorcios mercantiles. ¡Qué bien que la democracia, insubordinada, haya prevalecido sobre la plutocracia!
Han ganado los “pueblos”, porque en la era digital ya tienen voz. Porque ahora ya la participación está asegurada y las democracias formales pasarán a ser genuinas.
Ha llegado el momento de ser, de aprender a ser. ¡Que las personas se adueñen de sí mismas! Y los países también, dejando de depender de este inmenso poder sin rostro. Y así, indómitos, iremos diseñando el mundo nuevo que corresponde a la era digital y al antropoceno.
La inercia es el gran enemigo. La solución –como en la naturaleza- es la evolución. Pero, como he repetido desde hace muchos años, si no hay evolución habrá revolución. La diferencia es la “r” de responsabilidad. Cuando se avecina el “nuevo comienzo” que preconiza la Carta de la Tierra, oigan los encumbrados la voz del pueblo. Mejor es la evolución, conciliadora, innovadora.
Atendamos todos la voz del pueblo.