Haití: hace más de cinco años. Las ayudas prometidas, en grave demostración de la insolidaridad actual, han llegado sólo parcialmente.
• Nepal: ¡con qué rapidez nos hemos olvidado de la inmensa tragedia vivida en Nepal hace tan sólo dos meses!
Para ejemplo basta un botón. En este caso los dos botones arriba indicados. Pero está claro que es absolutamente imprescindible, también por esta razón, disponer de un eficiente multilateralismo democrático, procediendo con urgencia a refundar las Naciones Unidas que, ahora ya sí, representarían a “Nosotros, los pueblos…”. Es apremiante convocar una Asamblea General Extraordinaria en la que se trazaran las grandes líneas y los grandes temas que deberían solucionarse rápidamente, con la presencia de todos los países del mundo, y representaciones de la sociedad civil (está todo estudiado: composición de la Asamblea General; añadir al actual Consejo de Seguridad un Consejo Socioeconómico y otro Medioambiental…).
• Fortalecer urgentemente la cooperación internacional y la ayuda al desarrollo: el tema de los inmigrantes clama al cielo. ¡De nuevo, Europa mira hacia otro lado! ¡El Mar Mediterráneo ensangrentado,… y lo único que se les ocurre es poner vallas a quienes huyen forzosamente de sus lugares de origen! Desde el comienzo de las actividades del Sistema de las Naciones Unidas, estaba claro que la palabra clave era “com-partir”, partir con los demás, ayudar al desarrollo endógeno e integral, de tal modo que todos los países se beneficiaran de la utilización de sus recursos naturales. Progresivamente, las ayudas se transformaron en préstamos concedidos en condiciones draconianas, la cooperación en explotación,… y las Naciones Unidas en grupos oligárquicos (G-7, G-8… G-20) que constituyen una auténtica afrenta al conjunto de la humanidad: ¡pretender que unos cuantos países ricos tengan en sus manos el destino común de 193! Es necesario reponer con urgencia los “valores democráticos” donde han situado los “valores mercantiles”.
Hace unos días –el 19 de junio de 2015- la prensa anunciaba (“El País”, 19 de junio) que “las guerras fuerzan el desplazamiento de 42.500 personas al día”. Anoten bien estas cifras, sobre todo quienes invadieron Irak en el año 2003 y quienes en lugar de ayudar al desarrollo han permitido que, actualmente, mueran de hambre miles de personas al día, al tiempo que se invierten 3.000 millones de dólares en armas y gastos militares. No me canso de repetirlo porque sólo de este modo será posible hacer frente a esta tragedia terrible que denuncia el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
II. Pedir cuentas:
• De lo que representa realmente aquilatar un “crecimiento del consumo” que se sitúa en el 0.3%.
• ¡Lo mismo puede decirse de la “recuperación del crecimiento demográfico”, cuando representa el 0.1%!
• Saber qué significa realmente la noticia de que aumenta en el 40% (¡esto sí que es un porcentaje!) el número de millonarios en España.
• Ponderar lo que significa que las universidades pierdan en el presente curso 55.000 alumnos. Este sí que es un reflejo preocupante de la actual situación. Se achaca en parte a otro factor igualmente preocupante que es la reducción progresiva de la población, debido al “exilio” de más de 60.000 personas en el año 2014.
III. Mirar con lupa lo que suceda–de tal modo que se consigan rápidas enmiendas- en el futuro Tribunal del caso Gürtel, recordando el necesario cumplimiento de la independencia total del Poder Judicial establecido preceptivamente por Montesquieu.
• Seguir también con perseverancia, para que se corrija de forma inmediata o en cuanto haya un cambio de gobierno, la política energética actual. El cuidado del medio ambiente es una esencial responsabilidad intergeneracional. Pues bien: “España se aleja del objetivo de renovables para 2020”, titula una detallada información en la prensa del día 17 de junio. Es moralmente exigible que nos tomemos muy en serio lo que puede suceder, alcanzándose puntos de no retorno, si no se adoptan desde ahora en todo el mundo –de nuevo es necesaria la autoridad de unas Naciones Unidas refundadas- una serie de medidas que lleven a la reducción de la emisión de gases con efecto invernadero, y muy concretamente, el CO2.
IV. Clamor mundial exigido para forzar al Partido Republicano de los Estados Unidos a rectificar en cuestiones fundamentales para la paz y la seguridad en el mundo actual: no puede ser que no se haya suscrito la Convención de los Derechos del Niño de 1989, ni el derecho a la alimentación… siempre por la actitud del Partido Republicano de los Estados Unidos oponiéndose al Sistema de las Naciones Unidas. Así, en el año 1992 la Organización Mundial del Comercio se estableció directamente fuera del ámbito de las Naciones Unidas. Se han seguido oponiendo a que el Presidente Obama firmara la Convención de los Derechos del Niño. Y a pertenecer a la Corte Penal Internacional. Sin embargo, hace tan sólo unos días, se decía en el capítulo de “Opinión” de “El País” (16 de junio) que “Sudáfrica se mofa de la justicia”, por haberse negado a entregar a el Presidente de Sudán, Omar al-Bashir. El que se mofa de la justicia a escala internacional es el Partido Republicano de los Estados Unidos que se negó a suscribir este gran acuerdo. Hace unos días, en unas magníficas declaraciones, Karel Armstrong decía que “en Occidente debemos aprender que compartimos el planeta con iguales y no con inferiores”. Sobre todo, el Occidente actual, debe recomponerse rápidamente, debe pasar, en el caso de Europa, de una unión monetaria a una unión política y económica, y defender los “principios democráticos” que, según establece lúcidamente la Constitución de la UNESCO, deben “guiar a la humanidad”.
¡Pensar que hay todavía quiénes siguen defendiendo a los “confederados” y sus símbolos segregacionista! ¡Pensar que en 34 Estados, la inmensa mayoría de ellos republicanos, se sigue manteniéndose la pena de muerte y ejecutando a los culpables!
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Ya lo ven: no podemos permanecer de espectadores impasibles. Debemos utilizar todos los medios a nuestro alcance –hoy ya todos podemos expresarnos libremente- para iniciar, con apremio, un proceso de rectificación, para re-encauzar tantos rumbos actualmente erróneos.